Es diseñadora y coordinadora de proyectos editoriales y culturales en la Fundación Nemesio Antúnez y parte de su trabajo de los últimos quince años ha sido dialogar, coordinar y pensar en conjunto cómo darles cuerpo, color y forma a los textos escritos por periodistas, escritores, investigadores, editores y correctores. Hasta que un día se preguntó qué pasaría si además de diseñar libros tuviera la posibilidad de elaborar proyectos más ágiles que requirieran buenos textos y mayor flexibilidad en el manejo de contenidos. ¿Sería capaz? ¿Podría hacerlo? ¿Qué tan difícil sería escribir y qué tan viable publicar?
Buscando respuestas se matriculó en el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción de la UAH, dirigido por el cronista argentino Roberto Herrscher: “Me inscribí pensando en desarrollar textos breves y seductores que circularan en formatos digitales porque sentía que mis capacidades podían llegar solo hasta ahí”, recuerda. Pero este diplomado que funciona como un gran taller de periodismo narrativo sería solo el comienzo. Durante las clases identificó cuál sería su proyecto: era armar las piezas de la vida y legado del artista textil chileno, Héctor Herrera, un personaje que se le recuerda muy poco o casi nada salvo porque fue el autor del mural de la Unctad III que se le hizo un trabajo de conservación y recién será restaurado este año en el centro cultural que conocemos hoy como el Centro Gabriela Mistral, GAM. Herrera fue autodidacta, nació en Tomé y se instaló en Santiago en los años 60 en plena efervescencia de la escena plástica y el auge por el arte popular. Fue amigo de los artistas Nemesio Antúnez y Pablo Burchard, quienes lo guiaron y le abrieron el camino. “Herrera lee, escucha música, observa y crea, inventando sus propios métodos y técnicas. Sus pájaros, un arte pictórico lúdico y soñador, se hacen rápidamente conocidos. En 1970 Pablo Neruda lo bautizó en Isla Negra como El pajarero: “Este proyecto partió de una manera tímida”, pero “yo sabía que había algo más”, dice.
Terminando el diplomado, Sandra se sumó al Magíster en Escritura Narrativa de la UAH, dirigido por el periodista Juan Cristóbal Peña que exige a sus postulantes desarrollar un proyecto editorial que puede ser un libro, un texto narrativo, un ensayo, un reportaje o una crónica. Así, de diseñadora pasó al campo de la investigación de la narrativa con su meta clarísima: completar la ruta de El Pajarero, uno de los artistas textiles nacionales que nos dejó un patrimonio cultural ma-ra-vi-llo-so. Para ella, “la vida de El pajarero deja entrever aspectos particulares de su evolución artística y otros propios del desarrollo humano, que confluyen en una realidad estremecedora y sencilla. Es así como transita por el mundo fantástico de Tomé, por la escena artística santiaguina de los años previos a la dictadura y entre la precariedad y fraternidad de los artesanos, para descender finalmente al espacio íntimo e imperturbable del taller del creador”.
En la búsqueda de un relato de calidad
-Estudiaste primero el diplomado y ahora el Magíster en Escritura Narrativa: ¿Qué buscabas en ambos programas? –
-Cursé primero al Diplomado de escritura de No Ficción y me encantó el foco y la manera de abordar los contenidos, además descubrí que investigar, leer y escribir me acomoda y me gusta y el cauce natural fue continuar con el Magíster y poder así ampliar la profundidad de lo aprendido. Del Magíster busco herramientas que me permitan una mayor autonomía para generar relatos de calidad y de ambos programas me interesaron especialmente la malla curricular y los profesores, esperaba que lo que me enseñaran tuviesen un uso real y se insertaran en el medio de manera inmediata, por lo que me hacía mucho sentido contar con profesores que combinaran en su ejercicio profesional lo académico con el periodismo de investigación o la literatura, quería una experiencia pedagógica basada en problemáticas actuales.
-El Magíster dura dos años: ¿Cómo ha sido la experiencia académica que además se cruzó con la pandemia y la modalidad virtual? –
-Dentro de las cosas que me han sorprendido está el ambiente que se genera entre compañeros y profesores, el hecho de venir de carreras, ciudades e intereses distintos han permitido enriquecer la discusión y la diversidad de los proyectos, sumado al respeto e interés de leer lo que cada uno produce. Hay algo muy particular, que se ha acentuado por la pandemia, y es que en el Magíster uno no conoce a los compañeros en el café del recreo, los conoces muy íntimamente por sus textos. En poco tiempo somos capaces de reconocernos por nuestra pluma, observamos los avances, nos criticamos con argumentos y estamos todos alerta a las investigaciones de lo otros, diría que se ha generado una comunidad muy rica y nutritiva de trabajo colectivo. En mi caso buscaba herramientas, las que he encontrado, pero he ganado mucho más.
-Cuéntame de tu proyecto: ¿Por qué elegiste este personaje? –
-Dentro de mis áreas de trabajo se encuentra el rescate y difusión patrimonial de artistas y escritores del siglo XX, a través de distintas fundaciones y archivos. Colaborando para la Fundación Nemesio Antúnez, convocamos a algunos familiares y representantes de varios legados de personas que eran amigos o habían trabajado muy de cerca con Nemesio, y entre ellos estaba la familia de Héctor Herrera. Nunca había escuchado de él o visto su obra antes. Recuerdo que a la segunda reunión asistió uno de sus nietos, quien esperaba encontrar ahí antecedentes sobre su abuelo y se sentía muy perdido escuchando que todos hablaban de archivos, legados, patrimonio, etc. Palabras muy grandilocuentes y él no entendía nada de eso. No podría explicarlo con detalles, simplemente percibí que había algo interesante y que quizá podría aportar a través de la gestión. Me junté con los cuatro hijos de Herrera a principios de marzo de 2020, fue una confianza inmediata, y si bien yo nunca había trabajado directamente en investigación, ellos me entregaron una caja con los documentos personales de su abuelo. Desde entonces el camino de descubrirlo ha sido también un descubrimiento personal. Herrera fue un artista autodidacta, nacido en Tomé, sin completar los estudios escolares, se trasladó a Santiago a probar suerte y forjó su camino solo, impulsado por su tenacidad, talento y una avidez por conocer y descubrir el mundo. En mi imaginario pienso que un día Herrera se sentó a mi lado y me dio la confianza para desarrollar nuevas capacidades, desplazarme de la tranquilidad que da el ser experta en algunos ámbitos y lanzarme a arriesgar en el desarrollo de nuevas habilidades. En este camino aprendí archivística y me fasciné con la literatura de no ficción, la cual vino a llenar un vacío y pienso que por eso fluye bastante naturalmente. Comencé a hacer contactos y difundir el proyecto. Poco a poco Héctor Herrera, apodado “El pajarero” por Neruda, va levantando vuelo otra vez. Su recuerdo permanece hermético, lo que estoy haciendo es buscar entre los documentos y los recuerdos para rearmar esos vestigios y reconstruir su historia según mi mirada. No podría haberlo hecho con otro personaje, tenía que ir de la mano de Herrera en este camino.
-En una charla Magistral del Magíster que dio el cronista argentino Martín Caparrós señaló que enseñar a escribir es muy complejo y su consejo para los que quieran aventurarse es leer muchísimo: ¿Estás de acuerdo con esa afirmación? –
– Siempre he leído, me gustan los libros en todo su espectro: su contenido, como objeto –trabajé por 15 años en editoriales, enfocada en el diseño y producción– y hoy como una posibilidad de exploración experimental. Pienso que ser lectora ha sido fundamental para sentirme segura en esta nueva experiencia, aunque debo confesar que uno de mis grandes temores con el Magíster, además del miedo a dar con el ancho en la escritura, era perder la espontaneidad con la que me acercaba a los textos. No quería caer por ningún motivo en la especialización y el hermetismo académicos. Leer siempre fue un placer, pero empezar a desgranar textos, analizarlos, criticarlos con agudeza, mirar su esqueleto, me dejaban un tanto desolada. Fue un temor fantasioso porque sigue siendo mi decisión el cómo acercarme a los textos. La escritura es un camino largo y constante, una extensión sin límites la cual deseo continuar explorando y expandiendo. Hoy se ha convertido para mí en una pulsión y una manera de organizar el pensamiento.
El Magíster en Escritura Narrativa es un programa único en Chile y Latinoamérica que busca formar escritores profesionales en el campo de la escritura narrativa de no ficción, el periodismo y los géneros referenciales en general. Su plan de estudios propone una metodología innovadora que combina prácticas y teorías literarias; técnicas de la investigación periodística, de la antropología y de las ciencias sociales en general; y un proceso de acompañamiento permanente, de comienzo a fin del programa, tendiente a la producción de un proyecto de escritura narrativa de largo aliento que tenga el estándar de calidad estético e investigativo para ser publicado en un libro o una plataforma periodística, literaria o de divulgación. Su director es el periodista Juan Cristóbal Peña autor, entre otros, de los libros Jóvenes pistoleros (2019), La secreta vida literaria de Augusto Pinochet (2013) y Los fusileros (2007), y coautor de Los malos (2015), Los archivos del cardenal (2014), Volver a los 17 (2013), Antología de la crónica latinoamericana (2012) y Lo mejor del periodismo en América Latina (2010). Entre los profesores permanentes e invitados a impartir charlas, talleres y seminarios se cuentan nombres como Mariana Enríquez, Martín Caparrós, Cristian Alarcón, Patricio Pron, Marcela Turati, Mónica González, Nona Fernández, Alejandra Matus, Milena Vodanovic, Roberto Herrscher y Alberto Arellano, entre otros. Mas información en postgrados.uahurtado.cl