Por Carmen Sepúlveda
Ha sido un año de reconocimientos internacionales e intensa actividad académica para el director del Magíster en Sociología de la UAH, Alexis Cortés tras recibir el primer lugar de la XI versión del Premio Iberoamericano de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México con su artículo “Los Touraine Boys y el movimiento social imposible de pobladores”, un análisis tremendo que da luces de la marginación de los pobladores durante la transición a la democracia. Y esta semana inaugura el año académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado y presenta su libro “Chile fin del mito: estallido, pandemia y ruptura constituyente” bajo el sello de Ril Editores.
Rodeado de informes del PNUD, conversó de lo que le apasiona: las Ciencias Sociales y sus métodos de análisis aplicadas al Chile actual. El día elegido fue cuando los noticieros comentaban que no se había cumplido el arresto domiciliario de uno de los pistoleros que protagonizó los baleos que mataron a la periodista Francisca Sandoval del canal La Victoria, que no había diálogo con los liceos emblemáticos en toma sumado a la estampida de ataques en la Araucanía. “Estos procesos de violencias no son por generación espontáneas, son procesos que vienen de antes”, dijo.
– ¿Es justo decir que el país está viviendo una violencia que se equipara al resto del América Latina? –
-Creo que hay que ser ponderados en decir eso, porque estamos lejos de los índices de criminalidad y violencia que se observan en la región. Lo que no quiere decir que no tengamos que estar alertas y evitar que se llegue a ese punto. Pero, la mejor manera de hacerlo no es con un alarmismo que equipare lo que pasa en Chile con lo que sucede en Río de Janeiro o San Salvador. Yo hice mis estudios de postgrado en Brasil y participé de un grupo de investigación sobre violencia urbana y realmente los parámetros son otros, no sólo por el nivel de la incapacidad del estado de controlar este tipo de situaciones, sino también por la implicación del estado en producirla. De hecho, el actual presidente de Brasil tiene vínculos con organizaciones milicianas, las cuales venden seguridad a la población mediante la apropiación de recursos públicos y eso no significa la erradicación del crimen, sino que el control de la actividad criminal por este tipo de organizaciones. No obstante, hay que tomar en consideración experiencias sobre todo de Colombia y Brasil e ir implementando algunas políticas públicas que pueden ser consideradas exitosas para reducir los índices de delincuencia y aumentar la sensación de seguridad. Sería esperable que esas políticas apunten a un cambio en las lógicas organizacionales de las policías, de modo que sean mucho más dependientes del poder civil, basadas más en la prevención e investigación y en lógicas comunitarias; que simplemente en la utilización de recursos más agresivos o violentos, lo que no quiere decir que no hagan uso de la coacción, pues el estado debe poder imponer el monopolio del uso de la fuerza física.
– ¿Cómo cuáles? –
-Es ineludible tomar medidas que supongan neutralizar la acción de grupos o personas que interrumpan el tránsito o pongan en riesgo el normal funcionamiento de servicios vitales. Y se debe llegar a un justo equilibrio entre la capacidad disuasiva, el diálogo, la conversación, pero también la utilización de recursos legítimos que cuenta el estado para ello.
– ¿Usted cree que el gobierno de Gabriel Boric tiene problemas con usar mecanismos de represión? –
– El actual gobierno está buscando su propio equilibrio entre el uso de las herramientas que le entrega la Constitución para restablecer el orden público y combatir la delincuencia y su inclinación al diálogo con los actores sociales. Siempre es preferible evitar la confrontación mediante el diálogo, pero hay tareas que son ineludibles para el gobierno y donde, si la situación lo amerita, tendrá que hacer uso de los dispositivos que les permite la ley. Ahora, para que ese equilibrio sea virtuoso, es fundamental contar con una policía que supere las prácticas y la cultura organizacional que han llevado a que el país sea cuestionado por las violaciones a los DDHH cometidas, sobre todo, en el contexto del estallido.
Lo perverso de la postpandemia
Según el análisis del académico, al analizar el país post pandémico reconoce que son tiempos muy desafiantes en la peor crisis sanitaria mundial que tuvo como consecuencias el aceleramiento de muchos procesos: “La pandemia dejó expuesta una de las grandes fracturas que atraviesa la región que es la desigualdad, es muy decidor una frase que escuché en estos dos años “estamos en la misma tormenta, pero no en el mismo barco” y eso afectó las relaciones entre países por la disponibilidad de estadísticas y saber qué es lo que está ocurriendo con la población. Y a nivel humano generó cambios perversos en las relaciones sociales: las niñas y niños y adolescentes tuvieron que reemplazar el trato cara a cara que da la escolaridad presencial por dinámicas de relaciones virtuales que ahora estamos viendo las consecuencias de eso, por eso son tiempos desafiantes y difíciles.
-¿Desde las Ciencias Sociales qué elementos se ponen en tensión? –
-Nos pone en tensión frente a uno de los elementos constitutivos para las Ciencias Sociales que es la imaginación sociológica, esa capacidad de conectar nuestras historias individuales con la estructura social, con la historia y la relación con los tiempos que nos toca vivir. Vivimos en una época que puede ser caracterizada por su pobreza de imaginación sobre todo de imágenes de futuros distintos, porque hasta antes de la pandemia teníamos muchos elementos de la convivencia y de la vida política naturalizados y hoy, nos cuesta pensar en otras formas de organización, lo que enfrentamos nos ha obligado a responder de modo innovador a escenarios impensables hace dos años. En ese sentido, la pandemia actualiza todas las preguntas fundamentales, la relación entre seres humanos, la relación con la naturaleza, con las lógicas extractivistas tal como lo analiza la socióloga argentina Maristella Svampa en su libro “Las fronteras del neoextractivismo en América Latina”.
– Otro de los conflictos actuales son los secundarios que paralizaron exigiendo más profesores, mejor infraestructura y nuevos contenidos en la sala de clases como son los planes de educación sexual-
– Si analizas lo que ocurre en el caso de los colegios hay un proceso que es estructural de la educación pública y entonces difícilmente un gobierno que acaba de asumir va a resolver. Ahora cuenta a favor que tienen más posibilidades de diálogo, lo que no quiere decir que vaya a ocurrir con facilidad, pues estamos en una crisis de las propias organizaciones estudiantiles donde es difícil reconocer interlocutores y donde ellos no reconocen a las autoridades que normalmente asumen ese tipo de interlocución.
Las claves del éxito del gobierno
-En un artículo de Le Monde Diplomatique Brasil usted señaló que Chile vuelve a ser un laboratorio de cambio social y lo sostiene desde el impulso de las calles. ¿Ese es el lugar donde está el equilibrio que llevará al éxito al gobierno de Boric? –
– Chile ya es un laboratorio del cambio social. El ejemplo más palpable es la Nueva Constitución, la primera paritaria del mundo. Lo virtuoso es que el proceso constituyente fue capaz de canalizar institucionalmente, en este caso, mediante la imaginación de una nueva institucionalidad la crisis social del Estallido. La clave del éxito del gobierno de Gabriel Boric será la capacidad para modular, por un lado, las expectativas de cambio y seguridad que se han exigido en las calles y en las urnas y, por otro, las restricciones propias de un gobierno sin mayoría parlamentaria, que cuenta con dos coaliciones en su seno y que enfrenta un contexto económico global desfavorable.
– ¿Cómo ve la baja aprobación del gobierno? –
-Cualquier gobierno que hubiese asumido iba a enfrentar condiciones muy difíciles, porque vivimos la resaca de la pandemia, una crisis migratoria, una crisis económica global con expresiones particulares que acá se manifiestan con una inflación a la que no estamos acostumbrados, un congreso muy fragmentado sin ninguna coalición capaz de tener una mayoría que le permita avanzar con rapidez en su programa y más aún estar condicionado por el resultado que tenga la Convención Constitucional que va a marcar un antes y un después del gobierno quiéralo o no. Todos los gobiernos tienen un primer y un segundo tiempo que generalmente es la primera crisis de gabinete, pero en este caso lo que va a marcar es el plebiscito de salida.
– Pero objetivamente la Convención debería ir por un carril y el gobierno por otro-
– El gobierno va a estar marcado temporalmente por el plebiscito de salida y eso va a determinar cómo gobernar o si las iniciativas legales se tomarán de acuerdo al entramado normativo de Pinochet o esperará a que sean acordes a la nueva realidad constitucional. Si uno revisa las encuestas disponibles hay una correspondencia entre apoyo al gobierno y apoyo a la convención y viceversa y lo mismo vale para la falta de apoyo, en la medida que cae el apoyo a la Convención dejan de apoyar al gobierno. Deberían ser dos cosas que marchen por su propio carril, pero creo que es importante sobre todo para la Convención que de una vez supere esa especie de anomalía histórica que es que este proceso se realizó inicialmente en contra de la voluntad del gobierno de turno. Sebastián Piñera estaba en contra de la Convención Constituyente, la aceptó y legitimó por la presión social y la crisis del estallido y porque si no tomaba esa salida habría habido una más violenta. Pero, eso no solo fue una cuestión de principios, sino que se tradujo en la práctica, se nos olvida que en la instalación de la Convención no había conexión a internet en el lugar de trabajo, ese fue un ejemplo de cómo un gobierno puede obstaculizar un proceso como éste. Hoy tenemos a un gobierno comprometido con la Convención, aunque ella debería buscar diferenciarse, porque va a decidir cosas de aquí a 60 años y este gobierno es transitorio. A la Convención le conviene separarse del gobierno que, aunque obtuvo una mayoría importante, se orienta por parámetros de apoyo no tan amplios como los que deberá tener la próxima constitución que va a regir el destino del país.
“Los cambios no van a ser tan lineales como quisiéramos”
En cuanto a las crisis de las instituciones el informe del PNUD de antes del estallido, mostraba que había un aumento de la legitimidad de acciones más contenciosas porque los canales institucionales de transmisión de las demandas sociales prácticamente no existían o eran muy precarias. Para Cortés, esas formas tradicionales son los sindicatos, las federaciones de estudiantes, pero por la dinámica transicional fueron debilitadas y deslegitimadas.
Los sindicatos no cuentan con herramientas para defender el trabajo frente a la desigual relación con el capital y los grandes empresarios cuentan con una súper ciudadanía, integrados en exceso a todos los derechos y no a los castigos ni a los deberes. “Eso amplifica la desigualdad y va erosionando la capacidad de la democracia para procesar el conflicto. Y si ves que no se producen cambios, aunque votes por un gobierno que los promete o por un congreso, el statu quo logra imponerse porque hay un diseño institucional que impide el cambio, así las formas de lidiar con el conflicto se van debilitando, dejando espacio solo a la explosión”.
-¿Y cómo se manejan los tiempos, las expectativas y el sueño de ser una sociedad mejor? –
-Estamos en un proceso de recomposición institucional que tiene el potencial de permitir una relación más virtuosa entre sociedad civil, Estado y organizaciones, pero eso es como cultivar una planta. Poner una semilla y le echas mucha agua y mucho sol, al otro día no va a haber un árbol, hay que ir con cuidado y paciencia, la sociedad está altamente expectante, creo yo, de lo que se puede lograr, pero los cambios no van a existir con la sincronía deseada porque normalmente estos procesos son más asincrónicos. La capacidad del sistema político para reflejar los deseos de cambio no está en la misma sintonía y el mismo timing. Se alinean algunas cosas, pero de modo desequilibrado: se eligió un gobierno que promete cambios, pero que no tiene las herramientas ni la mayoría parlamentaria para hacerlos y las reservas presupuestarias se ocuparon en la pandemia, además somos un estado que recauda poco en impuestos, tiene una carga tributaria baja y regresiva. Por eso hay un punto de inicio claro: una reforma tributaria que viabilice las otras reformas. Pero, eso también tiene una fuerte capacidad de producir frustración, porque la expectativa y la experiencia no se articulan con la fluidez que uno desearía, pero es algo normal en este tipo de procesos. Si el gobierno quiere ser exitoso va a tener que modular bien, mover las perillas adecuadamente para que se ponderen las expectativas con posibilidades de cambio. Y, al mismo tiempo, la sociedad tiene que ser capaz de mantener sus exigencias, porque eso le corresponde, y también ser comprensiva y ser realista de que hay obstáculos en el camino y que los cambios no van a ser tan lineales como quisiéramos. Vamos a tener comportamientos irregulares y a pesar de esto yo soy un optimista de lo que estamos viviendo.
– ¿Qué espera de la Convención? –
-Espero que la Convención Constitucional logre arribar a una propuesta que nos permita enfrentar de mejor manera los desafíos que tenemos como sociedad que son el combate de la desigualdad, el aumento de la solidaridad como sociedad, mayor cohesión social y mayor capacidad para establecer derechos básicos y fundamentales. Y para eso tenemos que ponernos de acuerdo en el papel, porque es difícil que en sociedades latinoamericanas como las nuestras no se parta por ahí. Muchas de las críticas que se hacen a los procesos constituyentes son que parecieran cuestiones que están solo en el papel, siendo muy avanzadas en su definición, pero sin posibilidad de concreción. Pero, en realidad es bastante distinto demandar cosas en contra de la Constitución como ahora, versus la exigencia del cumplimiento de lo que se consagre en la nueva Carta Magna.
Más aún en el contexto de un país como Chile, donde hay una desproporción en la capacidad de los sectores que se han visto privilegiados con el estado de las cosas para repercutir en la visión del proceso, deslegitimándolo, desvirtuándolo y quitándole el piso a un cambio constituyente que, si fracasa, probablemente las consecuencias para la sociedad y para el país va a hacer mucho peores que las que hemos visto hasta ahora. Es bien promisorio que un levantamiento social como el del estallido haya decantado en un proceso constituyente y no en una forma neopopulista o protofacista o más violenta. Creo que hay una memoria de corto plazo que está fallando en los sectores de la elite que están actuando con la misma lógica que los llevaron a rechazar el proceso constituyente que inició la presidenta Bachelet. Pareciera que la elite no aprendió nada, cuando vino el estallido se acordaron y dijeron ¡Ay, hubiese sido bastante bueno aplicar o darle curso al proceso que inicio la Michelle Bachelet! Y con la distancia que se puede tener de ese proyecto, claramente, iba en un camino correcto, y ahora esa misma elite está haciendo el mismo esfuerzo para echar al tacho de la basura un proceso constituyente como este que nos da la posibilidad de hacer historia: la primera Constitución paritaria del mundo. Pero que, además, nos entrega la posibilidad de recomponer la relación entre la sociedad civil y el Estado.
– ¿Hay miedo real de que esta Constitución empodere al pueblo y que la elite pierda privilegios? –
-Miedo tenían en octubre del 2019, por eso los sectores que nunca antes estuvieron disponibles para hacer cambios, estuvieron abierto al cambio de Constitución. Hoy lo que hay es ceguera de la elite.
– ¿Qué opción le queda al país en caso del triunfo del rechazo? –
– El triunfo del rechazo sería la validación del orden de cosas que nos llevó al Estallido Social. En ese escenario, la posibilidad de que aparezcan nuevas formas de ruptura gana fuerza, pero, con un detalle, el sistema político no podrá echar mano a una salida institucional como la que permitió el proceso constituyente actual. Si gana el rechazo y se pierde esta oportunidad histórica, en poco tiempo estaremos escuchando nuevamente que “no lo vieron venir”.
Alexis Cortés es profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado y director del Magíster en Sociología de la misma universidad. Fue vice-presidente del Colegio de Sociólogos y Sociólogas de Chile (A.G.). Es doctor en sociología por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (IESP-UERJ) y máster en sociología (IUPERJ-Brasil). Sus temas de investigación son: sociología de los movimientos sociales; sociología latinoamericana y pensamiento crítico.