Las palabras brotan con profundidad de la boca de Silvia Rivera Cusicanqui. Una mujer de origen Aymara, socióloga, antropóloga, teórica, activista, investigadora, docente. Más de un adjetivo para definir en pocas palabras una larga e intensa carrera construida en torno a la resignificación del lenguaje y del mestizaje, la perspectiva anticolonial y a la reivindicación de las mujeres indígenas.
Las vértebras de su trabajo transmiten interseccionalidad, puesto que reconoce en la vida de las y los latinos, cruces que nos unen en distintos niveles, especialmente en un tipo de sistema: “hay un error en pensar que el colonialismo solo afecta a un grupo de personas. Todos somos colonizados, los mestizos más que nadie, porque, ¿qué es un mestizo sino un indio colonizado? El mestizaje es una forma de negación del indio. Somos mestizos y tenemos un sello indio sin importar el color de nuestra piel. Pensar que el colonialismo nos afecta solo a algunos, es parte de la ceguera que nos produce el propio colonialismo”, profundiza Silvia.
Las expresiones del colonialismo son variadas, y como Silvia enfatiza, actuales. Dentro de las posibilidades de combatir los efectos de este sistema, la academia se presenta como un escenario propicio para hacer frente a los desafíos de la educación, desde la institucionalidad: “hay tal nivel de desigualdad educativa, que no creo que mucha gente de talento que sea indígena tenga acceso; hay filtros culturales. Lo más obvio sería promover una apertura para que ingrese gente indígena, tanto profesores como estudiantes. En su defecto, la apertura tiene que ser por la vía de una investigación comprometida con la gente, que no sea esa investigación de gabinete”.
Desde el prisma crítico de Rivera, “muchas veces un chamán, un Yatiri, puede ser un intelectual, un teórico” y es ese un aspecto clave a considerar ante los desafíos de la academia actual.
En palabras de la investigadora, hablar hoy de postcolonalismo es un deseo, no una realidad. Más específicamente, Rivera refiere: “cuidado que confundamos nuestros deseos o intenciones con la realidad. No estamos de ninguna manera en una situación postcolonial y seguimos con una fuerte colonización interior. Hay que hablar de colonialismo interno”.
Por otro lado, Rivera Cusicanqui aborda otra intersección que se viene alimentando hace años de los discursos de odio y las olas fascistas alrededor del mundo, y para la cual establece la necesidad de “hacer micro política. Es decir, crear espacios de libertad, de pluralismo. Pequeños espacios, porque no podemos combatir una ola mundial de fascismo, tenemos que hacerlo en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestra escuela, en nuestra universidad. Y junto con eso, luchar contra el maltrato hacia las mujeres”.
Esta última dimensión es de especial preocupación en los estudios de Silvia, reconociendo nuevamente el carácter multidimensional y acumulativo de las violencias y con un enfoque local, señala: “no solo los indios son los discriminados. Hoy Bolivia debe ser uno de los países donde se producen más feminicidios, hay una exacerbación de la violencia hacia las mujeres precisamente porque hay una fuerte presencia femenina en las calles, en el mercado del trabajo, es un país muy femenino. Es patético cómo se responde a eso”.
En materia de género y lenguaje, Rivera se destaca ampliamente por su búsqueda de extender nuestras nociones de las palabras y de escapar de los diccionarios tradicionales. En ese campo, el concepto metafórico de Ch’ixi, ha sido uno de sus aportes más visibilizados. En su libro “Un mundo ch´ixi es posible, ensayos desde un presente en crisis”, Silvia explica: “Aprendí la palabra ch’ixi de boca del escultor aymara Víctor Zapana, que me explicaba qué animales salen de esas piedras y por qué ellos son animales poderosos. Me dijo enconces ‘ch’ixinakax utxiwa’, es decir, existen, enfáticamente, las entidades ch’ixi, que son poderosas porque son indeterminadas, porque no son blancas ni negras, son las dos cosas a la vez. La serpiente es de arriba y a la vez de abajo; es masculina y femenina; no pertenece ni al cielo ni a la tierra, pero habita ambos espacios, como lluvia o como río subterráneo, como rayo o como veta de la mina”.
Respecto a los usos del lenguaje entretejido con las expresiones de género, la cientista social relata: “Me parece bien que las mujeres reivindiquemos el derecho a ser nombradas. Antes decían “la ingeniero, la presidente”, ahora se está cambiando poco a poco, pero hay que ir mucho más allá del lenguaje. Hay que respetar la especificidad del pensamiento de las mujeres, que no necesita necesariamente ser expresado en términos cartesianos. Eso también es lo Chi´xi: poder ser nombrados sin binarismos, porque es contra lo binario”.
Mientras la realidad siga el cauce descrito, estudiado y cuestionado por Silvia, su voz, su pensamiento y su propuesta de resignificar el lenguaje y las concepciones que tenemos como región latinoamericana seguirán siendo no solo certeras y atingentes, sino que absolutamente necesarias.