La conversación pública relacionada a la visibilización de las personas negras —migrantes y no migrantes— y las condiciones en las que viven en Chile ha tomado cada vez mayor notoriedad. La sociedad chilena, según confirman algunos estudios, está lejos de estar exenta de xenofobia y racismo. Racismo que como estructura social también se entrecruza con otros componentes que acentúan las discriminaciones: género, clase social, edad, educación, entre otros.
Lalau, Catalina y Sassou. Tres estudiantes, tres historias, tres áreas de estudio y tres ámbitos de acción. Aquí revisamos la historia de estas mujeres que recorren los pasillos universitarios. Notamos sus reflexiones en torno a la raza y sus estudios, y traspasamos sus propuestas para una universidad más inclusiva.
Lalau
“Antes de llegar a Chile no consideraba que el ser afrodescendiente fuese un elemento determinante de mi identidad. Por supuesto que me define, pero no de manera consciente hasta ese momento”, cuenta Lalau Yllarramendiz Alfonso, quien ingresó a la universidad en 2023.
Cuando vivía en Cuba, su país de origen, Lalau nunca sintió un gesto, acto o comentario racista, lo que no significa, según explica, que el racismo no exista allí.
“Acá (en Chile) la xenofobia y el racismo me resultaron visibles desde los primeros días en el país, ambas combinadas en situaciones sutiles y otras más evidentes de segregación social en ciertos sectores donde he percibido temor al extranjero y si es afrodescendiente es mayor la actitud despectiva, vinculando a todas las personas afrodescendientes con la nacionalidad haitiana como si de un defecto se tratase”.
Para Lalau la compleja situación que viven muchas personas negras en Chile no es invisible, ella siente que se le ha demostrado afecto justamente por su origen cubano. “Soy cubana y muchas personas que aman a mi país me han recibido de buena manera y han hecho que estas situaciones que relato sean elementos externos a mi vida pero que los presenciamos y debatimos sobre ellos en pos de una sociedad y humanidad más justa”.
Su fuerte conexión con sus orígenes lo ha unido a su campo de estudio: la música. Yllarramendiz es estudiante del Magíster en Musicología Latinoamericana, espacio en que confluyen sus intereses culturales, literarios y sobre todo su formación musical desde la infancia. “Gracias a mi profesora de la Universidad de las Artes (ISA), en La Habana, Grizel Hernández me enamoré de esta profesión y me inspiro cada día para analizar, pensar, reflexionar y sentir a mi país desde la investigación de su música”, profundiza la estudiante.
En particular, su área de análisis está vinculada con el estudio del reguetón cubano desde una perspectiva de género y teniendo a la tecnología como un elemento fundamental en el objeto de investigación.
“Cuando llegué a Chile, en ese proceso de adaptación de los primeros meses de migración, me di cuenta que mi objeto de investigación está muy ligado a mi historia de vida, más de lo que pensaba. La música que analizo es la banda sonora de mi generación en Cuba y siento la responsabilidad de narrar este momento histórico, socializar los resultados de mis investigaciones y la musicología me permite materializar esta idea”.
Catalina
Catalina Buzú es una mujer negra afrodiaspórica nacida en Chile, estudiante de Literatura y Lingüística, carrera que eligió por su gusto por la lectura y la comunicación. En sus tiempos libres se dedica a escribir y divulgar conocimiento relacionado con el activismo antirracista.
“A través de estas habilidades —además de mis vivencias, por supuesto— pude conectar con el activismo y la justicia social, llevándome a la involucración de movimientos antirracistas, panafricanistas y feminismos negros. Soy de origen chileno-cubano, por lo que esta herencia cultural diversa ha influido en mis estudios y en mi trabajo, así como mi perspectiva general sobre el mundo”, cuenta.
“Como estudiante de esta área, estoy constantemente explorando las formas en que el lenguaje y la narrativa pueden (des)montar y desafiar las estructuras opresivas, así como aquellas pautas que nos constituyen como sociedad”, precisa Buzú quien ingresó a la universidad en 2022.
Las estructuras opresivas de las que habla Catalina también son algo observable en su campo de estudio. Por ejemplo, las discriminaciones en base a la identidad como mujer negra es algo que, según señala, se arraiga en un desconocimiento consensuado. “Es conveniente no saber lo evidente y no hablar de las cuestiones incómodas como la raza; en donde es agradable no hacer cuestionamientos porque esos asuntos sólo atraviesan a algunos, a la otredad”.
Desde ese lugar, Catalina cuestiona lo que conocemos como “los clásicos”. En ese sentido, Buzú señala que “la academia aún es excesivamente blanca, por lo tanto, se vuelve complicado encontrar en el radar a personas racializadas de la historia de la humanidad siendo nombradas y estudiadas de la misma manera que lo hacemos con los “clásicos”. ¿De qué está compuesta la literatura? ¿Qué son realmente los “clásicos”? Cuando te adentras en el antirracismo, en la decolonialidad y en las teorías de personas racializadas, respetando los lugares de enunciación, en general, puedes percibir que estas preguntas poseen una respuesta firme y clara, que incluso puede contra responderse con otra pregunta: ¿qué personas son prioritarias en la historia y en la construcción de humanidad?”.
Sassou
De nacionalidad haitiana y estudiante de Trabajo Social, Sassou es también activista por los Derechos Humanos para las personas migrantes y personas autóctonas; es feminista, gestora cultural, fundadora y directora de ERITAJ, organización que busca impulsar integración de personas haitianas, demás migrantes, personas marginadas, y crear puentes de conexión entre diversas comunidades mediante espacios artísticos, clubes de lectura y conversaciones con enfoque educacional, inclusión, bienestar social e innovación.
Las razones de la creación de ERITAJ (que en español significa “herencia“) y la decisión de estudiar Trabajo Social están fundamentalmente conectadas con la experiencia de migración de Sassou. Llegó en 2016 a Chile, a la casa de una amiga. Luego de dos meses, quedó sola.
“Me encontré en una lucha completamente sola, entre medio de un mundo totalmente nuevo: con una vida totalmente distinta, sin amigos, donde nadie me conocía. Mi persona empezó a fragilizarse. Empecé a vivir y creer en la nueva realidad, olvidar de a poco quién era”, cuenta. Desde allí, desde el sentir que estaba al margen de todo, Sassou floreció: “En un momento dado, sentí que tenía dos opciones: perder para siempre en esa nueva realidad o salir y empezar a vivir mi verdadera vida”.
“La no aceptación de la cultura haitiana en ciertos lugares, prohibición de hablar Kreyòl por parte de ciertos arrendatarios, en lugares de trabajos o en vías públicas, estereotipos inventados solo por tener valores culturales diferentes y para reducir en tu libertad o ponerte barrera. Dicen que venimos solo a trabajar, pero ¿dónde quedan los decretos que todas las personas tenemos derecho a la educación, derecho a ocio, el derecho a la igualdad?”.
Luego de haber vivido maltrato psicológico laboral, explotación y trabajo mal remunerado, Sassou logró sobreponerse y hoy fija nuevos rumbos como estudiante de la UAH. “Ser afrodescendiente-migrante-haitiana-universitaria fuera del espacio educativo es una gran sorpresa para muchas personas, como si no fuera igual que el resto. A la gente siempre le sorprende verme hablar español o ser una universitaria”.
Hoy, junto al trabajo que hace con ERITAJ, está incentivando a jóvenes a “volver a creer en la educación superior ya que la educación ha sido una herramienta efectiva para la integración, desarrollo con el idioma, adaptabilidad en el territorio residente, estabilidad emocional y económica, mejores condiciones laborales”.
Desafíos para la universidad
Los tiempos cambian y la sociedad también lo hace. Y en ese contexto las instituciones también deben mantenerse al día y siempre críticas de su quehacer. Tanto Catalina como Lalau y Sassou observan que la universidad tiene un camino por recorrer en términos de la lucha contra el racismo.
“En términos de antirracismo, deberían haber ciertas normas que deberían ser respetadas tanto por los estudiantes como docentes. Que lo que sentimos no quede solo explicado en una sala con un psicólogo o psicóloga de la universidad”, explica Sassou sobre qué caminos podría tomar la universidad para avanzar en políticas antirracistas. “Que la universidad no sea un espacio donde la persona afrodescendiente viva más el racismo, sino que sea un espacio seguro para desarrollarse”, concluye.
Por su parte, para Catalina, lo principal para esta tarea es la confesión, comprender que parte de ser antirracista viene con la capacidad de admitir que, quizá sin notarlo, se es racista. “El racismo es de carácter estructural y sistemático; permea todas las áreas de la vida de las personas tanto de las que son víctimas, como de las que son victimarias ; y entendiendo eso, se puede trabajar en función de la inclusión”, explica. “No basta con no reírte de tu compañera racializada frente a ella, y luego hablar racistadas a sus espaldas; no basta con no decir palabras despectivas frente a tus compañeros racializados y luego olvidarlos en tu cotidiano; no basta con publicar un fondo negro en redes sociales y luego olvidarte de que el racismo sigue afectando a otros todos los días. Como dice Angela Davis, ‘no basta con ser no racista, hay que ser antirracista’”, finaliza Buzú.
Unido a lo anterior, Lalau Yllarramendiz considera que —además de la visibilización de una postura antirracista— es fundamental realizar un trabajo continuo pues “es relevante para el funcionamiento interno de la universidad, pero también para continuar potenciando lo relevante del accionar y pensar social de la Universidad Alberto Hurtado para la sociedad chilena y me atrevería a decir, por qué no, para la latinoamericana”.