A pesar de las recientes lluvias en la zona centro-sur —y también de las que al parecer se avecinan—, que hicieron desbordar ríos hasta hace poco bastante secos, no caben dobles lecturas respecto a la situación hídrica del país: la megasequía sigue vigente.
Wilson Alavia, académico de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Alberto Hurtado, dice que la seguridad hídrica y los caudales ecológicos están en riesgo, “debido a la estrecha brecha entre los suministros disponibles y el uso actual”. Sin embargo, asegura que las posibilidades de que la capital se encuentre en una situación similar a la de Montevideo (Uruguay) son bajas.
“Se han realizado estrategias de abastecimiento y resiliencia hídrica, también inversiones en adaptación, construcción de megaestanques, entre otras acciones para asegurar la disponibilidad de agua”, comenta Wilson Alavia.
Estas acciones, continúa, “explican que Santiago tenga una capacidad de abastecimiento de 37 horas cuando hay que parar las plantas potabilizadoras, a diferencia de la mayoría de las ciudades, que tienen capacidad solo para 8 o 9 horas”.
Cristián Araya-Cornejo, académico de Geografía en la misma UAH, explica que Santiago posee un régimen “hidrológico nivo-pluvial”, es decir, que depende no solo de las lluvias sino que también del agua que viene de los deshielos, “sirviendo la nieve como reserva anual”. Por ahora, el hecho de que “no hayan disminuido suficientemente las precipitaciones este año”, alejan a la capital del panorama de desabastecimiento que vive Uruguay.
Pero eso no quiere decir que no exista el riesgo. Araya-Cornejo, de hecho, advierte que de continuar disminuyendo las precipitaciones y aumentando la temperatura promedio, el abastecimiento de agua se va a ver afectado y en unos diez años podríamos vernos en “una crisis similar” a la que atraviesan los uruguayos.
“Debemos comenzar a generar planes para adaptarnos a la nueva realidad y cambiar el modelo de abastecimiento de agua potable de Santiago. Mientras antes empecemos, mejor”, señala Araya-Cornejo.