Como rezaba aquel famoso “Manifiesto” allá a mediados del siglo XIX, el fantasma de la corrupción parece recorrer e invadir el accionar de la mayor parte de los gobiernos y Estados de nuestra América. Afecta no sólo el espacio de la política y de las distintas formas de orden democrático vigentes, también al sector privado de la economía, y a los diversos poderes del estado (FFAA incluidas). Lo singular, es que no se trata de un mero “fantasma” eventual, sino de una realidad que paulatinamente se ha ido poniendo al descubierto en su extensión y profundidad.
En particular, este año 2015 ha sido pródigo en develar los nudos y correas de transmisión dolosos para Chile -en particular, en los lazos que se tejen entre lo privado y lo público- , un país que estaba considerado cuasi inmune al virus de la corrupción y que siempre algunos organismos internacionales ponían como ejemplo a seguir. Sin embargo, la situación de corrupción y falta de transparencia y probidad tanto en el ámbito público como privado y en su conexión, no afectan claro está solamente a Chile. Podemos decir que se han globalizado, junto con las nuevas tecnologías y el capital financiero, a escalas diferenciadas, por cierto. Para América Central y América del Sur hay una percepción – según el último Informe Latinobarómetro de Septiembre del 2015-, de que existe muy poca transparencia, tanto en el gobierno de la cosa pública, como en aquél de las empresas privadas de distintito tipo. Un promedio de 56% considera que no hay transparencia en las empresas privadas; un 62% que no la hay en el Estado, y un 60%, en la práctica de los gobiernos.
En cuanto a la corrupción, ese mismo Informe consigna que en el presente se daría un retroceso en la percepción de actos de corrupción a nivel latinoamericano de parte de los ciudadanos. Brasil descuella en este tema. Un 70% de su población dice conocer o haber conocido actos de corrupción. Le sigue Paraguay, con un 37%. Chile ocupa el quinto lugar, con un 23%. Al mismo tiempo, se consigna que el fenómeno de la corrupción emerge en el conjunto del continente como uno de sus problemas importantes (ocupando el cuarto lugar de las menciones), y constituye en Brasil el problema principal para sus ciudadanos .
También Transparencia Internacional consigna en su Informe sobre Índice de Percepción de corrupción 2014 datos valiosos. Este Índice le da una puntuación a cada país, que va desde 0 a 100. El 0 equivale al nivel más alto de percepción de corrupción y 100 representa a su vez, el nivel más bajo. En el año 2014 fueron evaluados 175 países. De ellos, los que tenían sectores públicos menos corruptos resultaron Dinamarca y Nueva Zelanda. Como últimos de la lista aparecen Somalía y Corea del Norte. En América Latina aparecían como mejor situados Barbados, Uruguay, Chile y Bahamas. En este Informe se pone énfasis en las dificultades de Brasil y México. El primero, por las consecuencias generadas por los millones de dólares desaparecidos en la empresa estatal Petrobras. En México, debido al caso de desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa –entre otros, dando cuenta de cómo la corrupción permite que bandas criminales –ligadas al narcotráfico- penetren las instituciones públicas y distorsionen e inversen sus objetivos y finalidades propias…
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