En el último tiempo hemos podido ver un auge en la discusión sobre feminismo y ser feministas, sobre todo en los espacios universitarios. Frente a los descalificativos con que hemos sido históricamente deslegitimadas —exageradas, histéricas, locas— , que no buscan otra cosa que defender la norma patriarcal, se han ido construyendo figuras de la feminista light y buena onda, que intenta desligarse de la caricatura de bruja y feminazi, para decir que “las feministas no somos mala onda ni ‘matamachos’, el feminismo también es para que los hombres puedan llorar”, porque claro, hay que ofrecerles un motivo para que se unan a la causa, pues no puede ser que no sean también el centro de esta, como si la historia no hubiera invisibilizado ya lo suficiente a las mujeres.
Estas nuevas figuras marketing del feminismo, buscan darle un aire liviano a esta postura política, amparándose en el postulado de la igualdad entre géneros. Pero, ¿hasta qué punto esta figura se enfrenta a las violencias más implícitas, arraigadas, cotidianas e invisibilizadas? ¿Hasta qué punto estamos dispuestas a incomodarnos frente al otro? Finalmente, estas figuras reproducen la invisibilización de las opresiones más arraigadas hacia las mujeres, sin cuestionar las violencias cotidianas. Cuando Angela Davis, militante comunista y feminista negra, proclamó el manifiesto más básico de nuestro pensar, “el feminismo es la idea radical que las mujeres somos personas”, lo cual puede parecer muy obvio, excluyó de esta definición objeto sexual, territorio de libre acceso a machos, trofeos legitimadores de masculinidad, cuestiones representadas en la norma del carrete contemporáneo en que los amigos comentan “vo dale más copete y listo”, “no podí calentarle la sopa así y después decirle que no”, “si te dice no, es porque se está haciendo la difícil”, reproduciendo soterradamente una cultura del acoso y la violación, responsabilizándonos siempre a nosotras por esta apropiación del macho de nuestras cuerpas. “¿Te gusta tener sexo con varios hombres al mismo tiempo frecuentemente?”, fue una de las interrogantes que le planteó un policía, al momento de hacer la denuncia, a la joven que sufrió de una violación colectiva en Río de Janeiro…
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