Existen diversas razones para fundamentar el término de las tareas escolares bajo un régimen de jornada completa. Pero quisiera plantear un argumento menos desarrollado en el debate actual. Las tareas escolares, especialmente en la educación inicial y básica, tienen un supuesto de familia clasista y machista, que acrecientan la desigualdad socioeducativa.
Quienes defienden el uso de tareas escolares en el hogar usualmente argumentan que estas promueven “el involucramiento y la responsabilidad de la familia en la labor educacional”. Pero este es un cliché poco cuestionado en el contexto chileno.
Es evidente que las familias cumplen un rol primordial en la formación de sus hijos y que la participación de ellos en la escuela es una contribución necesaria y enriquecedora; por ejemplo, en plantear puntos de vistas y aspectos que mejorar, llevar a cabo proyectos colectivos, compartir saberes culturales de la comunidad, entre otros.
El punto crítico es cuando se espera que el hogar sea un espacio donde se le asigne un rol y responsabilidad en la enseñanza y aprendizaje del currículo, como es la realización de tareas.
¿Qué imagen de familia está implícita cuando se demanda su involucramiento en los aprendizajes escolares?
Una madre con tiempo, dedicada abnegadamente a sus hijos, que los recibe de vuelta del colegio con alegría y placidez. Les ofrece probablemente una once y luego los acompaña y supervisa en la realización de sus tareas, enseñándoles buenos hábitos de estudios. Ella además es una madre de clase media, educada, que sabe y entiende los contenidos curriculares. Cuando llega el padre, los niños han terminado sus deberes, y, desde el saber masculino instruido, él les podrá hacer preguntas sobre las materias estudiadas, agregando comentarios que les expandan sus conocimientos.
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