Sandra Accatino, académica del Departamento de Arte de la UAH.
¿Cómo se forma un curador? ¿Qué preguntas fundamentales debe hacerse antes de trabajar una exposición? ¿Qué es primero? El montaje, reflexionar el momento histórico del artista o la conexión de la obra con el público. Sandra Accatino, Doctora en Filosofía, Licenciada en Artes Plásticas mención en pintura de la Universidad de Chile y académica del Departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado, nos explica a través de la curatoría de “Caravaggio en Chile. Luz del Barroco” cómo estructuró el diálogo del público chileno con esta obra de relevancia mundial.
El origen de todo partió por la invitación de Paula Honorato, la curadora del Museo Nacional de Bellas Artes MNBA para que Accatino hiciera la curatoría del San Juan Bautista. Una obra que exige la mayor dificultad para traerla de los Museos Capitolios de Roma, no sólo por su peso artístico, sino que ha salido sólo tres veces de Italia, a Rusia, Japón y ahora a Chile y se logra gracias a la Embajada de Italia en Chile, al Instituto Italiano de Cultura en Santiago y a un convenio de colaboración entre las empresas Grupo Enel y Enel Green Power y los Museos Capitolinos de Roma. “Se eligió este cuadro por el sujeto de la empresa, que son las energías y la luz”, sostiene Accatino.
¿Cómo se piensa la curatoría de una obra de relevancia mundial? La académica cuenta que lo primero es que el MNBA se autoexigió un proyecto adecuado que acompañara a la pintura. Por eso se decidió un programa robusto que es presentar a San Juan Bautista, más una copia de La Deposición de Caravaggio realizada por un artista desconocido y que fue adquirida por el Estado chileno en 1857 e integrada a la primera colección de pinturas del Museo Nacional de Bellas Artes.
A este hito, se sumó la exposición de la obra contemporánea La conversión (2016) de la artista chilena Josefina Fontecilla, que cita el cuadro Conversión de Pablo (1601) del mismo Caravaggio. De esta forma, se pretende hacer un puente entre el legado del artista y nuestro país, y ese diálogo se crea a través de obras de distintas épocas y contextos, en conexión con la historia del arte chileno, comenta Accatino.
Desde los Museos Capitolinos de Roma entregaron exigencias técnicas: desde la climatización y seguridad de la pintura, pero “una de las cosas más maravillosas es que no nos exigieron vidrio de protección, que mata la obra porque te impone una distancia al espectador”, comenta la académica.
“San Juan Bautista” de Caravaggio
La pintura de Caravaggio que se exhibe en el MNBA presenta a un joven desnudo que destaca por su sensualidad, es hombre alegre que interpela directamente al espectador. ¿Qué debe entender un chileno medio de Caravaggio? Que es un pintor que hace una interpretación bien fascinante de la luz como un símbolo de la gracia divina, y lo interesante es que en su obra no solamente inventa una forma nueva de disponer la luz, sino además pone mucho dramatismo a la escena que finalmente obliga al espectador a esforzarse por ver lo que está detrás de las sombras. Es un pintor interesante porque retoma signos de una iglesia primitiva; San Juan Bautista es el último de los profetas que reconoce al mesías que será sacrificado como redención de los hombres. Vemos que el hombre abraza al carnero y en ese gesto expresa el mensaje que es de felicidad, porque a través del sacrificio existe la redención humana.
¿Cómo se pensó el programa?
La exigencia nuestra y del museo era mostrar la pintura en un contexto, más cuando es una colección temporal y existe el desafío de dejar una experiencia, un recuerdo y una huella en el espectador. La pregunta esto es: ¿Cómo hacer que una colección temporal efímera permanezca en la memoria de las personas? Pensamos en crear un puente en un contexto más chileno y contemporáneo y relevar algunos elementos que hubiesen quedado en las sombras si Caravaggio no hubiese venido. Hicimos una apuesta museográfica hipersencilla, los textos en sala son explicativos.
Lo más importante es la enseñanza que hace Caravaggio de la contemplación. Esta obra no se despliega a primera vista, el ojo se tiene que acomodar para encontrar más imágenes en los claroscuros, lo que enseña es que las cosas no se dan fácilmente, tú tienes que tener un tiempo de mirada y lentamente se va abriendo la pupila, y se ven más cosas y piensas más cosas. El tiempo de meditación corre paralelo con el espectador y en ese ejercicio se tiene una íntima revelación. Esa reflexión llega a nosotros como una invitación a hacer que el tiempo se detenga porque cuando le damos a la obra un tiempo, ella se manifiesta. En ese sentido, San Juan Bautista es una de las pinturas que lejos es la más maravillosa del artista”, comenta la curadora.
La línea de la curatoría tan propia de Sandra Accatino es un sello del Departamento de Arte de la Universidad Alberto Hurtado, los académicos son referentes actuales de importantes exposiciones a nivel nacional e incentivan a los alumnos a nutrir una inteligencia de armar un discurso a través de imágenes con textos simples. “Es una línea que está fuertemente desarrollada en estaa universidad, porque profesores como Sebastián Vidal, Ana María Risco, Ximena Gallardo, Paula Dittborn, Paula Honorato y yo trabajamos haciendo clases con una óptica que pone la necesidad de aprender a escribir en simple, porque le permite al estudiante desarrollar propuestas curatoriales”.
Por último, para ver el trabajo de esta curadora que dedica gran parte de su tiempo a la pedagogía, es visitar la muestra “Caravaggio en Chile. Luz del Barroco”, que se exhibe la Sala Chile en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) hasta el 18 de diciembre.