Académico del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales UAH.
Desde el 4 de abril de 2017, esto es en las últimas dos semanas, tres hechos bélicos han producido conmoción en el mundo y nos hacen preguntarnos acaso estamos más cerca del apocalipsis. Primero, y siguiendo un ataque con armas químicas lanzado contra civiles aparentemente por el gobierno sirio de Bashar el Assad, el presidente Trump decidió realizar un ataque en contra de las fuerzas gubernamentales sirias utilizando misiles Tomahawk. Este hecho contradice la anterior política declarada del presidente estadounidense, de concentrar sus objetivos militares en contra del Estado Islámico. Segundo, con la supuesta finalidad de acabar con túneles subterráneos del Estado Islámico, el presidente Trump decidió atacar a esta organización en Afganistán. Para ello se utilizó por primera vez la denominada “madre de todas las bombas”, la que habría producido cerca de un centenar de víctimas fatales en la organización terrorista. Tercero, el gobierno de Estados Unidos decidió desplegar el portaviones Carl Wilson a la Península de Corea, como respuesta a las amenazantes provocaciones del presidente norcoreano, Kim Jong-Un, de desarrollar un misil balístico intercontinental con la capacidad de alcanzar la costa oeste de Estados Unidos y de realizar nuevamente una prueba nuclear.
¿Qué lecciones podemos sacar de estos hechos bélicos que se producen en el transcurso de tan solo 12 días? Primero, en todos estos acontecimientos, ya sea en mayor o menor medida, están involucradas las tres grandes potencias globales: Estados Unidos, Rusia y China. En Siria, el cambio en la política de Washington ha llevado a un deterioro en las relaciones con Rusia. Si antes de la operación militar, el sector más cercano a Trump estaba siendo acusado de estar implicado con el círculo más próximo del presidente Putin, ahora se produce aparentemente una fuerte lejanía. En Corea del norte, el rol que pueda ejercer China puede ser fundamental para alejar o acercar un conflicto, cuyas consecuencias son muy difíciles de prever, sea en el escenario regional o global. Para enfrentar la guerra civil en Siria, para hacer frente al peligro que representa Corea del Norte, o para manejar cualquier otro conflicto de alcance regional, resulta fundamental realizar una acción multilateral, en donde estén comprendidas las tres potencias, así como los organismos multilaterales, Naciones Unidas, Unión Europea, OTAN.
Segundo, tanto en el caso de Siria como en Afganistán, las acciones tomadas por Estados Unidos y su presidente corresponden a acciones unilaterales, sin consultas previas con organismos internacionales, como la ONU o la OTAN, ni con los aliados de Washington. No obstante, a la luz de estos acontecimientos, el presidente Trump empieza a valorar la importancia que tiene la OTAN, la que pasa de ser considerada una organización obsoleta a una que resulta necesaria para los intereses de Estados Unidos. Estas declaraciones, así como los cambios repentinos en las decisiones de Trump, muestran que solo existe una improvisación en la política exterior de Washington, siendo imposible de prever cuáles serán las próximas medidas a tomar.
Tercero, en estos casos estamos hablando del uso de armas convencionales de última generación. En lo que respecta a los Tomahawsk, se trata de misiles de crucero, que tienen un alcance máximo de 1.600 kilómetros. Si bien estos misiles fueron diseñados en 1983, han existido múltiples mejoras, que lo transforman en un arma de precisión, que además tienen la capacidad de poder estar equipados con ojivas nucleares. En cuanto al arma lanzada en Afganistán, denominada GBU-43 MOAB, lleva el acrónico de Massive Ordenance Air Blast, lo que en inglés coincide con “mother of all bombs”. Este misil, desarrollado a principios de este milenio, tiene un peso de 10 toneladas, con un radio de impacto de 1,5 kilómetros y es considerado el arma no nuclear más potente del arsenal militar estadounidense. Por su parte, en el desfile militar realizado en Corea del Norte, el pasado 15 de abril, se mostraron gran cantidad de armas, al tiempo que se habría realizado el lanzamiento de un misil que no fue exitoso. En este contexto, están los anuncios de aumentar el gasto militar en casi 10% por parte de Estados Unidos, 7% por China, así como un aumento generalizado que incluye a otros países, Rusia, Arabia Saudita, los países nórdicos, entre muchos otros. Poca duda cabe de que el lanzamiento de estas armas, a lo que se une el desfile militar norcoreano, son un ímpetu importante para desarrollar y consolidar aún más el complejo militar-industrial, no solo de Estados Unidos, sino también de Rusia, China y el resto de los países.
Cuarto, a los conflictos mencionados en Siria, Afganistán y Corea del Norte, debemos agregar muchos otros que no han tenido solución: el problema palestino, el enfrentamiento en Ucrania, las guerras tribales y el hambre en el continente africano, la inestabilidad política y económica de Venezuela, entre muchos otros. En el contexto señalado, parece que hoy cobra más fuerza que nunca el reloj simbólico que mantienen los científicos atómicos, publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists desde 1947. En enero de 2017, estos científicos, que incluyen a 15 Premios Nobel, adelantaron el reloj de 3 minutos, que estaba desde 2015, a 2,5 minutos para el apocalipsis o el fin del mundo, colocando como argumentos el ascenso de Trump, los problemas en Corea y Siria, el resurgimiento de los nacionalismos, el cambio climático, entre otros factores. Desde el año 2010, el reloj se ha estado acercando al apocalipsis, pasando de 6 minutos, a 5 minutos en 2012, 3 minutos en 2015 y 2,5 minutos en 2017. ¿Los acontecimientos que estamos observando en el escenario internacional harán adelantar todavía más las agujas de este simbólico reloj?
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