Jorge Costadoat SJ, investigador del Centro Teológico Manuel Larraín UAH-UC
Jorge Costadoat SJ, investigador del Centro Teológico Manuel Larraín UAH-UC
Hospitalidad es la palabra. Viene un papa. Le recibimos como al amigo cuando es forastero. Es esta una oportunidad de manifestarle nuestros deseos de acogerlo con afecto. Es también ocasión para sorprendernos con algo que, como todo huésped, puede traernos de regalo.
Es verdad que hay motivos para mirar su venida de reojo. ¿Mencionará la palabra “Bolivia”? Francisco, además, encontrará un catolicismo que va “cuesta abajo en la rodada”. Los católicos abandonan su Iglesia en estampida: muchos, y apresuradamente. También los demás chilenos están irritados con la institución eclesiástica. No faltan motivos de reproche. Todos los conocemos.
Pero hemos de reconocer, por otra parte, que recibimos al Papa alienados. Estamos “en otras”, otras cosas, no las que nos pueden realizar al nivel más profundo. Alienados, ajenos a la realidad, engañándonos a nosotros mismos, extranjeros en la propia patria o expropiados. ¿Distraídos? Muchos. ¿Entretenidos? La mayoría. ¿Embrujados con el celular? Todos.
También estamos descolocados con novedades que no sabemos bien cómo juzgarlas. Temas que no eran tema, hoy lo son: homosexualidad, pedofilia, aborto, se viene la eutanasia, la intervención de la memoria, la mezcla de la raza humana. La distancia con las nuevas generaciones se vuelve infinita. No falla la medicina en prolongar la vida, pero nunca había sido tan triste llegar a viejos. Y sí, el Papa nos pilla muy solos, rascándose cada uno con sus propias uñas.
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