Hugo Bello, Director del Magíster en Literatura Latinoamericana UAH.
Antes que todo, los éxitos y /o fracasos de un sistema escolar dicen relación con los propósitos y fines de este sistema en un contexto histórico determinado. Estos están, o al menos deberían estar, dados por una visión más amplia de los fines y propósitos de todo cuanto quiere o se propone una nación, de manera consensuada, democráticamente. Para ello Chile se ha dado instituciones reconocidas y legitimadas por la soberanía popular. En este sentido es que la pregunta no es si es bueno o malo, necesario o innecesario que exista en el currículum escolar la enseñanza de la filosofía (menos aún planteado esto como un derecho), como la del francés o la de las artes plásticas o culinarias. Deberíamos preguntarnos por la función que la filosofía como “materia” o contenido tiene en el sistema escolar, según los propósitos que debe tener la educación y en particular la enseñanza de determinadas materias o contenidos.
No existe derecho a la filosofía como no existe el derecho a las matemáticas o a la química. El asunto de fondo es qué es lo que enseña la filosofía que no puede ser cesado en el contexto educacional. Se ha afirmado que la supresión de esta asignatura atenta contra el pensamiento o las ideas, la autonomía o la consciencia. La verdad es que la enseñanza de la filosofía no asegura ninguna cosa de las antes nombradas. La consciencia, la noción de autonomía, el pensamiento, etc., se afirman en el lenguaje. Cada uno de nosotros es lo que es gracias a que mediante un relato (un relato de nosotros mismos) podemos afirmar, constatar y proyectar nuestra existencia en relación con los demás y en relación con lo que hemos vivido. El lenguaje es la consciencia y es la forma en la que describimos nuestro habitar en el mundo y con el mundo. Por lo tanto, la enseñanza de la filosofía no necesariamente da cuenta de esto. Es la filosofía misma como una tradición de pensamiento que intenta dar cuenta de las preguntas que nos hacen ver y vernos lo que se ha cuajado en esta disciplina, y eso lo que antiguamente buscaba asentar en las y los estudiantes dicha enseñanza. Antes que todo, la enseñanza de la filosofía como de las preguntas que la han cruzado (sobre el ser y la cosa, el tiempo y la existencia, el lenguaje y el conocimiento) se fundan sobre una base: el lenguaje. Pero el lenguaje por sí mismo si no es mediado por la comprensión no tienen ningún destino. Mientras más amplio, complejo, diverso, matizado, sutil es nuestro bagaje lingüístico, más cosas podemos abarcar, imaginar, pensar. La filosofía en ello tiene una especificidad de la cual el sistema de enseñanza no puede fácilmente prescindir. La comprensión es el eje del lenguaje asentado en los individuos. Quien se sabe el diccionario de memoria (si es que hay tal persona) no necesariamente comprende. Comprender implica operaciones de síntesis, correlación, relación y comparación, de identificación de lo abstracto y lo concreto, de lo universal y lo particular, etc. En la creación de estos instrumentos del pensamiento la filosofía, no tanto como contenido o manual, pero sí como explicación de los modelos de conocimiento, tienen mucho que aportar en el sistema escolar que deberíamos pretender…
Ver columna completa en El Mostrador