Durante la conferencia, Elizabeth Lira, señaló que la batalla por la memoria es de larga data, pero sus capítulos recientes tienen complejidades que no se dieron en otras épocas. “La crisis política de 1973 puso en evidencia la profundidad de la confrontación ideológica y política de la sociedad chilena que se había ido incubando lentamente. Los dilemas de 1958 hicieron explosión en los años 70. En ese entonces las desconfianzas recíprocas llegaron a su punto más crítico y la polarización se expresó en todos los ámbitos”.
Hemos hecho esfuerzos durante la última década para elaborar los efectos de la violencia política, en particular en la represión ejercida desde el Estado en nombre del Bien Común y de la patria. El reconocimiento de las víctimas ha modificado sustancialmente la posibilidad de cerrar el pasado como ocurrió en otros tiempos. “Es importante señalar que, si en otros tiempos se esperaba que el olvido psicológico contribuyera a la paz, por la expulsión de la memoria, actualmente ese olvido es imposible y la memoria inevitable”.
El dilema, para Lira, sigue abierto y nos propone el desafío de educar y posibilitar la coexistencia de diversas memorias incluso opuestas y contradictorias sin discriminaciones ni exclusión, pero sin eludir los juicios éticos y políticos que implican revisar el pasado que ha construido los dilemas del presente.
“Los porfiados hechos del pasado han mostrado una vez más su capacidad para despertar las ambivalencias y contradicciones sobre el tratamiento que hemos dado a ese pasado a la luz de nuestras pocas virtudes y de nuestras imperfecciones sociales y políticas. Nuestra sociedad ha estado tensionada por los resabios de la cultura del secretismo y el encubrimiento que amparaba la impunidad. Esas tensiones dan cuenta también cómo poco a poco y sin grandes conflictos ni rupturas la impunidad ha dejado de ser el fundamento indiscutido de la paz social entre nosotros, no significa que se hayan superado las impunidades cotidianas ni la que proviene de una justicia tardía. Pero ya no resulta posible aceptar ni proponer dar vuelta la página, por el contrario, necesitamos conocer nuestra historia y la memoria social que perdura sobre hechos conflictivos que han formado parte de nuestra historia nacional. La paz del futuro depende de cómo tramitamos y enseñamos nuestro pasado”