Liliam Almeyda, directora de Docencia de pregrado de la Facultad de Filosofía y Humanidades UAH.
Con la llegada de la epidemia COVID-19 -que obligó a confinar a las personas en sus hogares- las clases y el funcionamiento normal de las instituciones de educación se vieron interrumpidas, lo que obligó a las universidades a recurrir a las clases en línea como solución por la cuarentena a la que están sometidas las personas.
Liliam Almeyda, quien también es Directora Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales, explica que el principal desafío es que la educación en línea obliga a pensar en qué es lo que hay que enseñar, es decir, se debe definir el o los aprendizajes esenciales del contenido que se imparte. “Esta pregunta nos lleva a otra, más fundamental: qué vale la pena aprender. La respuesta a esta primera pregunta permitirá luego organizar la enseñanza, seleccionar y jerarquizar la información, así como definir las formas más adecuadas para presentarla y los desempeños que podrían realizar los/as estudiantes con ella”, dice.
Que los estudiantes hayan visto sus clases interrumpidas por el coronavirus puede ser una experiencia compleja y llena de incertidumbres a todo nivel. Por eso, la doctora en Ciencias de la Educación explica que tratar de transmitir tranquilidad es la primera responsabilidad de los académicos. Todos/as están tratando de llevar adelante sus actividades sin tener certeza de cómo las cosas podrían cambiar mañana.
Para la académica, las consideraciones que deben tener los académicos es que “todos/as nos encontremos bien, que nuestros seres queridos estén bien, luego podremos ocuparnos de estudiar y trabajar. Esta es la primera consideración. La segunda, relativa a la forma de trabajar juntos, se refiere a las condiciones de equipamiento y conectividad con que contamos para encontrarnos y realizar actividades. Creo que las alternativas tecnológicas deben ajustarse a las posibilidades de acceso que tienen el conjunto de nuestros/as estudiantes y nosotros/as como docentes. Finalmente, todos/as estamos aprendiendo a trabajar y estudiar en línea, por esto, creo que debemos respetar los ritmos distintos y desarrollar tolerancia frente al error”.
Pensar en clases virtuales en época de cuarentena no fue un tema sencillo. Ha sido complejo porque el sistema educativo no estaba preparado para empezar a funcionar a través de las plataformas viruales. Para Liliam, ha sido algo que nos ha tomado por sorpresa a todos. Los sistemas educativos son por naturaleza conservadores, por lo que, sin duda, ahora el nuestro está puesto a prueba y sometido a presión. Convertir nuestras prácticas de enseñanza y aprendizaje tradicionalmente presenciales a un modo virtual implica un profundo proceso de cambio cultural para el que probablemente no estábamos preparados. “Tampoco contamos con las suficientes herramientas y el acompañamiento necesario. Pero es también una tremenda oportunidad para repensar la formación, sus propósitos, contenidos y estrategias. El nuevo escenario nos obliga a replantearnos las preguntas esenciales sobre el aprendizaje, y esta reflexión, sin duda, potenciará nuestras prácticas educativas”, dice la directora de pregrado.