Por: Italo Cicardini O.
La pandemia y la crisis económica mundial han modificado nuestros comportamientos y conductas diarias. El teletrabajo y el confinamiento, como consecuencia de la situación de emergencia sanitaria, han abierto amplios debates sobre la importancia de salud mental y su cuidado. “Las investigaciones plantean que luego de la pandemia vendrá la pandemia de la salud mental”, plantea Paula Dagnino, académica de la Facultad de Psicología. Pero, ¿qué ocurre cuando salud mental se descuida y se transforma en altas tasas de suicidio? ¿Quiénes deben conducir las políticas públicas de prevención?
Según la OMS, cada año se suicida casi un millón de personas, lo que supone una muerte cada 40 segundos. ¿Qué reflejan estas cifras? ¿Es un fracaso de las metodologías de la prevención?
El comportamiento suicida es bastante complejo, ya que posee múltiples causas, pero es la enfermedad mental una de ellas. De hecho las personas que sufren de alguna enfermedad mental presentan 10 veces mayor riesgo de cometer suicidio. Lo que más se ha asociado a las conductas suicidas son trastornos del ánimo, el abuso de alcohol y drogas y esquizofrenia.
El Minsal ha ido implementando diversas estrategias para prevenir e intervenir en los sujetos que realizan conductas suicidas. Sin embargo, por un lado, la complejidad de ésta y de los trastornos que la acompañan hace que el esfuerzo no sea suficiente, sobre todo si se piensa que la inversión en salud mental en nuestro país es mucho menor que la que la OMS refiere como básica.
Son preocupantes cifras de suicido en adultos mayores, en adolescentes, en población trans, por ejemplo ¿Cómo las políticas públicas deberían establecer un eje que oriente a la salud mental como un derecho social?
Los adolescentes son una de las poblaciones con mayor riesgo. La etapa vital en la que se encuentran es de fragilidad, al estar en el paso de la niñez a la adultez. Esto implica vulnerabilidad e intensidad de las emociones y de lo que viven, sin pesquisar el riesgo que muchas veces corren. Es tanta la vulnerabilidad de este grupo que es la tercera causa de muerte en los jóvenes de 15-24 años (OMS).
Sabemos, por otro lado, de las condiciones de los adultos mayores. Ellos poseen también varios elementos que los llevan a ser una población de riesgo, como lo son las enfermedades físicas y las complicaciones económicas. Además, muchos de ellos se encuentran en soledad y han ido perdiendo a sus seres queridos. Todo esto lleva a que la conducta suicida sea una manera de aliviar todo el sufrimiento. La depresión, por lo tanto, es una de las enfermedades con mayor prevalencia en los adultos mayores que muchas veces se tiende a confundir con demencia o deterioro cognitivo.
Por último toda la población LGTBQ es una población que ha vivido en mayor o menor medida dificultades sociales por el estigma, la no aceptación o la no comprensión del resto. Estar sumidos en un mundo que (equivocadamente) los rechaza, aísla e incluso los agrede produce para cualquiera un sufrimiento que también es llevado a conductas suicidas.
¿Qué otros factores, además de los sicológicos o biológicos, estimulan el suicidio? Evidente que la pandemia que estamos viviendo no está colaborando.
Al ser la conducta suicida un problema complejo hay otros elementos que deben considerarse como riesgosos: antecedentes de familiares con suicidio, contextos socioeconómicos, educacionales, limitaciones en la salud física, etc. Pero también lo son las rupturas sentimentales, la pérdida de seres queridos, problemas financieros o relacionados con el trabajo o la falta de apoyo social.
Sabemos que la pandemia ha sido un estresor importante. Hay cuarentenas obligatorias que obligan a separarse de los seres queridos, hay temor al contagio, o hay familiares contagiados o incluso que han muerto debido al Covid-19. No se pueden realizar los ritos necesarios para hacer un cierre adecuado del duelo de los seres que ya no están. Además ya desde el 18 de octubre del años pasado el país ha estado en una inestabilidad económica que con la pandemia vino a agudizarla, con despidos masivos, baja en los sueldos, entre otros. Todo esto se transforma en un caldo de cultivo para trastornos anímicos y otros trastornos que son justamente los que llevan a la conducta suicida. Las investigaciones plantean que luego de la pandemia vendrá la pandemia de la salud mental.
Por último es importante enfatizar que el suicidio muchas veces es un tema tabú en las familias o conocidos, pero como vemos posee una alta prevalencia de la conducta suicida. Es por esto que el tema debe ser abierto en la familia, debe conversarse, no se le debe temer, no existe eso de “si lo hablo le voy a dar la idea”. Es todo lo contrario, para alguien que está sufriendo lo más importante es la contención”.