Las mismas empresas noruegas que en Escandinavia realizan “buenas prácticas”, en la industria salmonera en Chile se envilecen ante las facilidades, falta de control y ausencia de poder regional. Ese fue uno de los hallazgos más brutales de la investigadora Virginia Ramos Pozeck en su tesis doctoral sobre el extractivismo pesquero en Chiloé, documentando el fracaso de la idea de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que ella misma alentaba con el jesuita Gonzalo Arroyo en los noventa. La realidad fue más dura y el check list de la RSE ha sido negado por las empresas: no han dado información fiable, cuidado ambiental, sostenibilidad, auditoría ambiental… pero lo más grave es la ausencia del Estado en su rol fiscalizador estratégico.
Las regiones sufren las tragedias y no tienen poder. Recién se avanza en la idea de Plan Regional de Ordenamiento Territorial (PROT). No tienen potestad alguna en el borde costero –todo centralizado–, como en el manejo de cuencas y la DOH del MOP, que da los permisos erróneos que causaron el desborde del Mapocho en Providencia.
La comisión presidencial para la descentralización, en gran medida por el aporte de la ecologista Miriam Chible, de Aysén, y producto de los cabildos regionales en dicha Región y Los Lagos, propuso el ordenamiento territorial “vinculante”, así como el poder regional en sus “commons” (bienes comunes) como casi todos los países de la OCDE: aguas, cuencas, borde marino, recursos naturales. Control y recaudación para tener un Fondo de Convergencia Regional que permitiera igualar brechas de desarrollo y socorrer en casos extremos como los que vive Chiloé. Nada de eso ha sido acogido en el país de la presicracia crónica, el poder de La Moneda y Hacienda, el festín de las empresas extractivistas, especialmente en lo forestal y pesquero.
Uno de los autores de las teorías de cluster y desarrollo territorial, Michael Porter, vino hace años a Chile, como Messner y decenas de otros expertos, a decir que el centralismo era una anomalía y que las regiones debían reinvertir renta de sus productos naturales para cuidarlos y tener poder para fiscalizar.
La escuela de filosofía de Bergen en Noruega invierte la pregunta cuando las empresas se atrincheran y afirman que la sociedad civil y los críticos demuestren que ellas provocan el calentamiento global y la polución marítima. Los filósofos revuelven: “Que las empresas demuestren que ellas no fueron científicamente”.
La “estatalidad” falla y las regiones están desnudas. Hay rapiña facilista, eco, crímenes y falta de Estado supervisor. Cero recaudación relevante de la renta por recursos mineros, forestales, eléctricos y pesqueros en las regiones que les permitan poner precio a la actividad para que no se sobreexplote, y a su vez contar con recursos para diversificación de matriz productiva, sostenibilidad y cuidado del “lugar”. Sin poder estructural de las regiones no habrá “cuidado”, y ya no se puede esperar más.