“Uno se va quedando con la mitad
con la mitad de la mitad”. (Schwenke & Nilo)
¿Cómo pasamos del sueño de la casa propia, sueño esquivo pero sueño al fin, a la media agua como solución habitacional, eslogan de una cara, ya que no de dos, la de un país que a medias mira el techo y sentido de su posibilidad?
¿En qué momento pasamos de ser el lindo país esquina con vista al mar que fuimos, todo tiempo pasado fue mejor, ¡qué horror!, al patio trasero de la industria hotelera y asociada que infesta nuestras playas, otrora cantado y democrático mar que ya no nos baña, a todos?
¿Realmente somos el asilo contra la opresión, destino feliz para extranjeros e inmigrantes que ven cómo se quiere en Chile al amigo cuando es forastero?
¿De qué modo esa aspiración, y esa imagen y promesa de nosotros mismos, fue quedando a la mitad, o a la mitad de la mitad, reducida en su horizonte pero ampliada en su evidente falta de logro?
“Lo prometido es deuda”, dice una de las tristemente célebres campañas de Andha Chile, la asociación de deudores habitacionales que cada tanto nos recuerda que esa deuda ya no es la de un país que orgulloso paga sus promesas, sino la suya, la de muchos de nosotros, inflada de intereses, y hecha lucro y enriquecimiento. O indiferencia, esa que nos hace mirar a un costado cuando el robo tiene rostro de desalojo o viste traje y corbata, e hinchar las venas de indignación, y arresto ciudadano tal como se le conoce hoy, cuando viene hecho de a pie, en forma de lanzazo o vulgar cartereo.
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