Ricardo Carbone, director de Aprendizaje Institucional de la UAH
Ricardo Carbone, director de Aprendizaje Institucional de la UAH
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En los últimos meses se han publicado numerosas columnas de opinión relacionadas con la reforma al sistema de educación superior. Rectores de universidades estatales y privadas del Cruch, rectores de privadas adscritas y no adscritas al sistema único de admisión, académicos, senadores, diputados, ex rectores y ex ministros han hecho ver su parecer respecto de los cambios propuestos.
Esto da cuenta de la relevancia que tiene el tema y de lo importante que resulta para estos actores hacer ver sus posturas, y en algunos casos defender sus intereses más que los de la sociedad en su conjunto.
En general, los argumentos están centrados en el financiamiento tanto para defender como para criticar las fórmulas que se proponen. Otro tema muy presente tiene que ver con la autonomía y sistema de gobierno de las universidades. Finalmente hay algunas reflexiones en relación a la política de educación superior y su normativa.
Esta muestra no es necesariamente indicativa del curso que ha tomado la discusión, pero es evidente que poner el acento en financiamiento, organización y gobierno universitario ha dificultado abordar las preguntas de fondo, quedándose en lo operativo. Poner en el centro los medios, dejando de lado los fines, genera serias dificultades para avanzar en los desafíos realmente importantes.
Lamentablemente la discusión ha estado centrada en la organización, dejando de lado la reflexión en torno a la institución universitaria. La organización debe estar supeditada a la institución. Acordar una estructura, procesos de gestión, estrategias de financiamiento o sistemas de gobierno sin responder para qué, es un esfuerzo inoficioso y que puede hacer un enorme daño a la sociedad.
La pregunta de fondo, y que no se ha abordado, tiene que ver con cuál es el rol de la universidad en el mundo moderno, en nuestro caso, cuál es la universidad que Chile necesita para enfrentar exitosamente sus desafíos actuales y futuros.
Para esta discusión debe tenerse muy claro que la verdadera universidad estructura su sentido y quehacer en torno a la interacción de tres pilares fundamentales: persona, ciencia y sociedad.
Abordar la persona apunta a la pregunta por el sentido de la vida, por comprender al ser humano, sus valores, sueños, preocupaciones y motivaciones. Entender su marco ético, su orden normativo, aquello que explica o impide su felicidad y desarrollo integral. Evidentemente incluye, pero es mucho más que la realización de docencia y formación para el mundo del trabajo.
La ciencia dice relación con la generación de conocimiento, con la búsqueda de soluciones a los desafíos de la persona y sociedad, también la producción de teorías que permitan entender y desenmarañar los misterios de la naturaleza. La ciencia como método para ir de a poco develando la verdad, aunque ésta sea transitoria.
Finalmente, la sociedad apunta al colectivo, al conjunto de personas que comparten un sueño, ciertos códigos o patrones culturales (un territorio, una opción política o religiosa). Es la necesaria mirada colectiva y comunitaria que visibiliza a la persona en permanente relación e interacción con otros. Es la universidad puesta al servicio de los principales problemas y desafíos que la sociedad tiene.
La institución universitaria debe estructurar su proyecto académico articulando estos tres vértices, que se impactan y potencian mutuamente. Mas ciencia permite entender al ser humano, simultáneamente se humaniza la ciencia en función del beneficio de todos.
La discusión acerca del aseguramiento de la calidad, acreditación, sistemas de gobierno, producción académica o financiamiento debe estar supeditada y al servicio de estos tres conceptos centrales (persona, ciencia y sociedad), sin los cuales no es posible hablar verdaderamente de universidad.