Es uno de los alumnos destacados del Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado, que cursó su pregrado y acaba de iniciar su Magíster en Historia. Un camino que ha podido realizar gracias a la confianza de colegas, profesores y amigos y oportunidades como, conocer algunos espacios de la investigación y la docencia, además de desarrollar una sensibilidad medioambiental y descentralizada difícil de tener desde “esta ceguera santiaguinista que aún me aqueja a ratos”, comenta.
-¿Por qué decides estudiar un Magíster en la Universidad Alberto Hurtado?-
-Hay motivos académicos que se mezclan con personales. Por un lado, creo que el programa en el cual estoy estudiando es muy sólido y pertinente en el panorama nacional del postgrado en Humanidades, pues está fundado en una interrogación muy profunda a la pregunta por qué es lo Contemporáneo y cómo se ha construido el Chile de esa época. Eso rescato mucho de la oferta de posgrados de la Universidad, que está hecha con cargo a necesidades muy actualizadas y creativas de sus respectivos campos disciplinares. También eso se asocia a una confianza personal en el equipo humano detrás de este proyecto, que por supuesto refuerza las ganas de formar parte de él.
El paso desde la antropología hacia la historia le ha obligado a preguntarse sobre otras formas de pensar lo humano, meterse en nuevos debates y remirar otros que daba por obsoletos. Por eso cree que el cruce disciplinar tiene que ver con pertenecer a una comunidad que comparte un horizonte de preguntas y sensibilidades.
Por otro lado, la experiencia de la investigación de pregrado -que le permitió titularse de antropólogo- fue un trabajo de campo basada en conversaciones, caminatas y recorridos con personas vinculadas a la apicultura en zonas con bosque nativo en la V región. “Partió de un problema más profundo que tiene que ver con la amenaza de la sequía en el valle central, el boom del turismo y como éste va transformando rápidamente los territorios, a las personas y a los animales. Fue una experiencia muy enriquecedora en la cual conté con apoyo de un gran equipo de personas, tanto dentro como fuera de la Universidad, que me han permitido ampliar mi forma de entender la Antropología y cómo vivirla”, señala.
Lo que viene de la vida académica para este joven es mantenerse activo y sumando experiencias de investigación y docencia en las Ciencias Sociales y las Humanidades. Él lo ve más como un oficio que se va afinando con el tiempo más que una “colección de grados académicos” y por eso “seguir trabajando con gente que tenga perspectivas y dinámicas de trabajo estimulantes es clave”, comenta. Por el momento, cuenta, hay varias líneas de trabajo y reflexión que se han ido dando de manera bien interdisciplinar, que incluyen una oportunidad de trabajar como docente en otra Universidad haciendo clases a estudiantes de Trabajo Social, como también ejecutando un proyecto sobre Antropología ecológica junto a un académico del Departamento de Antropología de la Universidad. “Es un mundo bien rápido y zigzagueante y hay que estar atento y energizado para aprovechar todas las experiencias que se van dando. Lo que venga después será sólo la continuación de estas líneas que se van anudando”, sentencia.