Fuente: https://qchd6.webnode.cl/editorial-6/
Por: Pablo Gacitúa
¿Qué es una constitución?
Si buscas en Google, la primera definición de constitución que obtendrás es el siguiente resultado: “una constitución es el conjunto de normas fundamentales de un Estado soberano, las cuales suelen estar expresadas de forma escrita y fijan los límites y las relaciones entre los poderes del Estado y entre éstos y los ciudadanos”. En otras palabras, es un texto jurídico que define y regula la política chilena. Más simple aun y como se lo he escuchado a un gran académico constitucionalista de la Universidad de Chile (Fernando Atria), se puede decir que la constitución establece en donde está el poder político, cómo se crea, de qué forma se ejerce y finalmente para qué se ejerce.
Como país veníamos atareados por un sinfín de problemáticas de distinta índole que no nos dejaban respirar y tener alguna idea o noción del destino que teníamos y queríamos en conjunto. Si bien mantuvimos buenos índices macroeconómicos durante las últimas tres décadas, esto no fue suficiente para satisfacer las necesidades y expectativas de una población ahogada en un pseudo-bienestar creado por un modelo que generaba un desarrollo poco íntegro.
Veíamos que se crecía a costa de endeudamiento, que el acceso a un mayor bienestar dependía de cuan posible era tu capacidad de crédito y así de alguna forma alcanzar ese sueño que se nos prometía con un modelo que no daba abasto en sus cimientos. Tanta era la credibilidad de este método por parte de algunos personajes políticos, que aún en una de las crisis más grandes que ha vivido el mundo y Chile en este siglo, se nos ofreció más endeudamiento para paliar las consecuencias provocadas por el virus conocido como Covid-19. Desnudando la desconexión de los problemas que acomplejan a las personas y el poco entendimiento de la clase política a cargo del gobierno. Por tanto, no es de extrañar, que estos mismos personajes que se han beneficiado de la arquitectura económica implementada en dictadura y mantenida hasta la actualidad, se declaren abiertamente en rechazo a realizar un proceso constituyente que podría cambiar los pilares sobre los cuales se levanta ese modelo.
Es evidente que la fórmula de crecimiento de nuestro país no convenció a todas las personas que componían nuestra sociedad, es más, a medida que pasaba el tiempo, un desencanto generalizado se apoderaba de la opinión popular relacionada a los temas atingentes y todo lo que tuviera que ver con política o políticos. Se sabía que las cosas estaban mal, pero existía la sensación de que éstas eran imposibles de cambiar y parecía que la frase de Fito Páez “Yo ya no creo en ningún ismo” se hacía sentir a diestra y siniestra por una gran parte de la población. Sin embargo, dentro de esta apatía generalizada por todo lo relacionado a política, nacen movimientos como los del 2011 con los estudiantes, “No más AFP” con los jubilados/as y “Patagonia sin represas” con los chilenos y chilenas que no querían menoscabar el medioambiente en su conjunto…
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