Cuando recuerda sus años de pregrado se pone contento y reconoce que está orgulloso de ser egresado de la Universidad Alberto Hurtado: “Yo elegí estudiar en la Alberto, porque podría haber estado en otra universidad”, comenta. Sebastián Meza entró a sociología y fue muy buen alumno. Un par de circunstancias lo evidencian: fue ayudante de las cátedras de Metodología de Investigación Cualitativa II y de Políticas Públicas y Evaluación de proyectos sociales. Además, escribió su seminario de grado sobre la construcción de la categoría detenido desaparecido en Chile, formando parte del equipo de la Doctora en sociología Oriana Bernasconi, en el primer proyecto sobre “Tecnologías Políticas de la Memoria (1973-1990).
Su camino profesional comienza en el Ministerio de Desarrollo Social en el Programa de Situación de Calle, donde hizo su práctica y después integró el equipo técnico a cargo de su reformulación. En el 2018 llegó a la Fundación País Digital como Coordinador de Investigación para dirigir estudios sobre el impacto digital y cómo afectan en el día a día a los chilenos: “Es un trabajo técnico y metodológico bastante alto, es como dirigir varias tesis en simultáneo porque son investigaciones que se usan como insumos públicos o internos. Esa rigurosidad la aprendí como estudiante de sociología”, dice.
– ¿Qué haces específicamente en Fundación País Digital? –
-Participo en todas las instancias de las investigaciones: desde la formulación del estudio, la selección y coordinación del equipo, la revisión técnica, la revisión metodológica, la publicación de los resultados, la publicación de los libros y en algunas vocerías técnicas también. Llevo tres años y creo haber aprendido mucho en la institución y eso lo agradezco.
Uno de los estudios más interesantes que ha desarrollado fue en el 2019 junto al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que trataba de un autodiagnóstico para medir la madurez digital de las pymes. Una plataforma invitaba a los microempresarios a responder un cuestionario y como resultado les indicaba lo que debían hacer para sumarse al contexto digital: “Este fue un proyecto muy importante porque se pudo exportar a 17 países de América Latina y el Caribe”, dice.
Actualmente, como efecto de la pandemia las temáticas relacionadas con la exclusión social en el contexto digital tomaron más relevancia y surgieron nuevas preguntas sobre quiénes quedan marginados del uso de internet o si las personas ocupan o no la plataforma digital del Estado, entre otras tantas dudas.
– Desde tu mirada: ¿Qué tan digitales somos los chilenos como dicen las cifras? –
– Es bueno distinguir entre acceso y uso de internet, porque no es lo mismo. Cuando hablamos de acceso significa que la gente tiene la posibilidad o no de conectarse a una red de internet y en Chile estamos sobre el 90%. Pero cuando hablamos de uso efectivo y que las personas se conecten con su celular, con su computador o con una pantalla, los porcentajes bajan. En el estudio que hicimos sobre brecha digital lo analizamos, el año pasado se estableció que el 80% de las personas en Chile son usuarios de Internet, y si lo comparamos a nivel latinoamericano y de Centroamérica, Chile es el país con mejor ranking. Sin embargo, si pensamos en el foco social, debemos reconocer las brechas y los factores o condicionantes socioeconómicos y culturales que afectan en el uso. En ese esfuerzo, llegamos a estudiar a la persona que usa o no internet, porque sabíamos que si conocíamos su realidad, la podíamos cambiar.
– ¿Y quiénes quedan fuera? –
-Las personas que tienen sobre 80 años sólo un 18% usa internet, el porcentaje es muy bajito. Si nos enfocamos en la pandemia, posiblemente las personas mayores no están utilizando las plataformas digitales del Estado como nos gustaría a todos. Entonces tenemos la edad como un elemento fundamental, y depende también el nivel de ingreso, el nivel educativo y la zona de residencia. Las personas que viven en zona rural, un 60% son usuarios de internet versus en un lugar urbano que están sobre el 70% o el 80%. Estos son elementos culturales y sociales muy relevantes. Otro elemento a estudiar fue que no todos estamos acostumbrados a la educación a distancia. Según los datos, el porcentaje de personas que usa internet para estudiar era de un 20% o 30% antes de la pandemia y también dependía de todos los factores antes mencionados.
-O sea educar a los niños y niñas, universitarios o incluso trabajar de forma remota no era tan real y automático-
– Cuando le estás pidiendo al 100% de la población que se conecte estás asumiendo que tienen conexión, que usan Internet y que tienen un espacio donde trabajar o estudiar. Cuando hablamos de trabajar o estudiar existen muchos factores culturales y sociológicos no considerados, uno de ellos son los altos índices de hacinamiento. Entonces, en un contexto donde las cifras macroeconómicas nacionales nos posicionan como un país líder en la región, y ves que en el cotidiano no es así, es un problema. Las diferencias sociales son claves para comprender el uso de la red y por eso creo, personalmente, que es importante no olvidar a la persona en las investigaciones, y de eso se habla en la academia.
– ¿Cambió la visión que tenías de ser sociólogo una vez que egresaste? –
– Cuando entré al pregrado tenía la típica concepción de hacer investigación dura y quedarme en ese punto, pero con el paso de los años entendí que ser un sociólogo era ayudar a contribuir realmente a generar un país mejor. Yo pensaba: “si me quedó atrapado en libros o trabajando en la academia voy a hablarle a una elite”. Y decidí que siendo robusto técnica y metodológicamente, podía generar cambios concretos y responsables y ese es el camino que me gustaría seguir si el contexto me lo permite.