Por Aracelly Bravo
A fines del año 1978, unos antiguos hornos en Lonquén, ubicados a 14 kilómetros de la comuna de Talagante, hizo noticia gracias a una denuncia en la Vicaría de la Solidaridad que expuso la presencia de restos óseos al interior de dos chimeneas de ladrillo, las que en el pasado fueron utilizadas para la preparación de cal. El macabro hallazgo correspondía a los restos de quince personas, de entre 17 y 51 años, detenidas al inicio de la dictadura, un 7 de octubre de 1973, por Carabineros de Isla de Maipo.
El relato que hasta ese momento sostenía la dictadura, comenzó a desmoronarse. La investigación realizada desmintió la versión de los uniformados, quienes aseguraban que las víctimas habían muerto en un enfrentamiento.
Una de las piezas clave de la investigación fue el fotógrafo Luis Navarro, cuyas imágenes denunciaron las violaciones a los derechos humanos que se estaban perpetrando por el régimen militar. Particularmente en 1978, cuando trabajaba en la revista Solidaridad del Arzobispado de Santiago, registró el primer hallazgo de osamentas correspondientes a detenidos desaparecidos en los Hornos de Lonquén.
A propósito, Eduardo Abarzúa, vicerrector académico de la Universidad Alberto Hurtado, señaló que esta exposición “representa para Chile una verdad para su historia y memoria, frente a las situaciones y declaraciones negacionistas a las que nos hemos visto expuestos y expuestas como sociedad. El hecho de ver las fotografías de Luis Navarro, leer los testimonios de los horribles hechos ocurridos en Lonquén por parte de familiares, líderes sociales y otros, nos entrega la posibilidad de no olvidar lo que como país hemos atravesado, y así pensar en el presente y el futuro que queremos conformar”.
“Un futuro”, continuó el vicerrector académico, “donde el respeto a los derechos humanos, a la libertad de pensamiento, la vida y la fraternidad entre todos los que componemos nuestro territorio, sea lo más importante y lo fundamental para la conformación de nuestro proyecto social y político, basado en la democracia”.
Es por eso que, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile, la Universidad Alberto Hurtado inauguró la exposición: “La maldad en los Hornos de Lonquén”, una instalación que recupera la historia de lo ocurrido hace 45 años. La ceremonia se realizó el martes 3 de octubre, a las 18:30 horas, en el Aula Magna de la Universidad, ubicada en Almirante Barroso #10, en la comuna de Santiago.
A 50 años del golpe de Estado
Sandra Radic es periodista y curadora de la exposición “La maldad en los Hornos de Lonquén”. Conoció a Luis Navarro la calurosa tarde del lunes 21 de diciembre de 2020. Se reunieron en el departamento del fotógrafo, en el barrio Bellavista, todavía bajo los cuidados que exigía la pandemia por Covid-19.
“Le caí en gracia por mi apellido croata y porque mi familia viene de Antofagasta, al igual que él. A mí me gustó su estilo directo, tozudo, malas pulgas y su caballerosidad a la antigua”, recordó Sandra, y evocó: “Hablar de Lucho es hablar de Lonquén, de la Vicaría de la Solidaridad, de los detenidos desaparecidos y de los perseguidos de siempre, tal como son los gitanos que él acompañó durante 30 años”.
Así fue como un día, Luis Navarro le habló sobre una serie original de 11 fotografías sobre el hallazgo de las víctimas de Lonquén, “que había quedado guardada en Valparaíso después de una exposición realizada años atrás. La quise ver y me impresionó. Pensé que algún día le íbamos a encontrar un destino y así fue”, profundizó Sandra.
La oportunidad para recuperar la memoria de estos hechos se dio en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile. Las imágenes tomadas por Luis Navarro, fueron acompañadas por un desarrollo conceptual de Sandra Radic y el diseño de Kim López, sintetizado en el título “La maldad en los Hornos de Lonquén”.
La muestra invita a conocer los hechos tal como sucedieron de acuerdo a los expedientes judiciales, que llevó no solo a que quince personas fueran asesinadas, sino a que familias enteras vieran destruida su vida cotidiana.
En ese sentido, el director del Instituto de Teología y Estudios Religiosos (ITER) de la UAH, Roberto Saldías SJ, indicó que “hoy, 45 años después, gracias al testimonio gráfico de Luis Navarro, este horrible hallazgo nos vuelve interpelar y nos expone cara a cara con la maldad y con la posibilidad de la violencia que habita en todos nosotros, pero que se hace intratable e incontrolable, cuando opera en manos de poderes políticos e institucionales, cuando se arma hasta los dientes y el alma”.
Además, el Sacerdote Jesuita se refirió al importante ejercicio de memoria desde la UAH: “Si hoy conmemoramos como comunidad universitaria los 50 años del golpe de Estado; si hoy nos enfrentamos a estas pocas imágenes de un horrible exterminio, es para hacer silencio, para meditar, tal vez, para dejar que se nos haga un nudo en la garganta. Pero es también para no olvidar lo frágiles que son la democracia, la palabra, la memoria y el perdón, y lo peligroso que es desarticularlas o eliminarlas de nuestra vida y de nuestra historia”.
La maldad
Cuando el fotógrafo Luis Navarro le recordó lo sucedido con esas quince personas y sus familiares en los Hornos de Lonquén, lo primero que vino a la mente de Sandra Radic, fue la palabra “maldad”.
“El título se volvió perentorio cuando me contaron que la señora Elena Muñoz de Maureira hablaba de ‘la maldad que le hicieron a mi marido y a mis cuatro hijos’. Y me hizo sentido que hablara así porque muchas veces oí a mi abuela decir: ‘La maldad grande’, cuando algo iba más allá de lo aceptable”, relató la periodista.
Entretanto, Roberto Saldías, dijo que “el horror y la maldad de Lonquén nos indican, una vez más, que la violencia es una realidad y un concepto de una extensión enorme, pero de una comprensión ínfima. Solo sabemos que no la podemos superar; que es imposible extirparla de la historia y de nosotros mismos”.
De esa manera, “La maldad en los Hornos de Lonquén” es un intento de recuperar la memoria de los hechos tal como ocurrieron. “Es un registro y no pretende ser otra cosa”, enfatizó Sandra.
El descubrimiento de los restos de las quince víctimas de Lonquén implicó un antes y un después en la historia de la defensa de los derechos humanos en Chile: “Hasta ese momento, se pedía una foto de la víctima a los familiares, pero no se preguntaba por la ropa, el color del cabello, la dentadura, o alguna característica particular. Se buscaba a los detenidos desaparecidos entre los vivos, después de Lonquén la probabilidad de que estuvieran muertos se volvió casi una certeza y las fichas se llenaron con nuevos datos”, agregó la periodista.
En efecto, y continuando con la reflexión, Sandra explica: “Después de la madrugada del 8 de octubre de 1973, cuando mataron a estas 15 personas, en su mayoría de origen campesino, nada fue como antes. No lo fue para los familiares que buscaron por largo tiempo, sin respuesta. No lo fue para los carabineros que ocultaron su crimen. No lo fue para la dictadura, que tuvo que montar una realidad paralela. No lo fue para quienes algo supieron y no se movieron. No lo fue para los abogados, asistentes sociales, sicólogos e integrantes de la iglesia que lucharon por la justicia. Las preguntas que uno podría hacerse entonces son: ¿Qué habría hecho yo si…? ¿Qué haré yo si…?”
Asimismo, Radic hizo hincapié en que en esta exposición “no hay poesía, lo que hay es la búsqueda incesante de un grupo de personas por la verdad. Eso se llama humanidad”.
En ese punto estuvo de acuerdo el diseñador gráfico y también curador de la exposición, Kim López Pizarro: “Vimos la necesidad de humanizar de cierta forma la exposición, más allá de lo que se mostraba en las fotografías. Y eso llevó a incluir los rostros de las 15 víctimas de los Hornos de Lonquén para que se conociera, no solo el hecho mismo, sino quiénes sufrieron en manos de la dictadura”.
Además, destacó el hecho de que muchas de las víctimas eran familiares: “la familia de los Maureira eran 5 miembros, la familia Astudillo eran 3… y lo otro es que algunos eran menores de edad o jóvenes de 20, 25 años… entonces la edad es algo que, en términos personales, me impactó mucho”.
“Y nuestro aporte”, explicó Kim, “es traerlo al presente, que sirva para fomentar la memoria y el conocimiento del caso de los Hornos de Lonquén […] Para nosotros, en términos de diseño y curatoría, es súper importante que esta exposición esté a disposición de las y los estudiantes, de los jóvenes, porque es donde más podemos tratar de que la memoria sobre las atrocidades de la dictadura siga viva. Son ellos los que en un futuro van a tener que tener ciertas posiciones, y la promesa de no repetición queda en sus manos”, reflexionó.
La exposición estará disponible hasta el viernes 27 de octubre, en la entrada de la Facultad de Ingeniería de la UAH.