Los avances en los estudios de género en distintos campos interdisciplinarios han llevado a que el género sea un concepto en permanente evolución. Desde su acepción como construcción social de roles y posiciones diferenciadas entre sexos que van más allá de atributos biológicos (Eagly, 1987), hasta su visualización como una categoría fluida de masculinidades y femineidades no fácilmente mapeada por la distinción binaria entre hombre y mujer (Butler, 1990, 1993), el género se ha constituido en una herramienta analítica para la identificación de diferencias y desigualdades naturalizadas, y por lo tanto invisibilizadas, que operan en conjunto con otras desigualdades como son las etarias, socioeconómicas y étnicas (Scott, 2008). Junto a ello, se han identificado las prácticas sociales y arreglos institucionales que producen y reproducen el género, elaborándose los correspondientes cuerpos teóricos. Sin embargo, estos conceptos, teorías y conclusiones apenas han sido reconocidos y utilizados por la investigación en el área de la Educación Técnico Profesional (ETP) que, con independencia del contexto específico examinado, se caracteriza por una acentuada y persistente segmentación de género entre sus distintos campos y programas de estudio (Imdorf et al., 2015).
Entre sus distintas acepciones, el género es concebido como un patrón de relaciones sociales que define las posiciones de mujeres y hombres en diferentes esferas de la vida, negociando sus significados culturales y trazando sus trayectorias a lo largo de la vida (Connell, 1987). El patrón común de relaciones de género dentro de una organización es conocido como régimen de género, y este involucra distintas dimensiones como la división de género del trabajo, las relaciones humanas y de poder entre hombres y mujeres, así como también las creencias y actitudes que prevalecen sobre las identidades de género (Connell, 1995, 2002). En la ETP, la acentuada segmentación de género de su oferta formativa vinculada a sectores económicos específicos configura la idea de carreras de
hombres y carreras de mujeres, contribuyendo a posicionar aquello asignado sistémicamente a lo masculino, por sobre tareas, actividades y funciones ancladas a lo femenino, y dificultando la incursión del otro género. De ese modo, el régimen de género existente se asociaría a la producción y reproducción de las lógicas inequitativas que imperan en los espacios laborales en los cuales la valoración social, el prestigio y las remuneraciones varían en función del género que se le asigna a cada ocupación, como también en función del género de quien ejerce esa labor (Kelan, 2010; Whittock, 2018)…
Ver artículo “Mujeres en Terrenos de Hombres”: Discursos de Género en Escuelas Secundarias Técnico-profesionales