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Columna de opinión de Antonia Condeza-Marmentini, académica de la Facultad de Educación UAH, directora del proyecto “Naturaleza Trasformadora” y Diego Urrejola, Director Ejecutivo de la Fundación Cosmos.
Fuente: El Mostrador.cl
La política educacional que decretó la Jornada Escolar Completa (JEC) en 1997 buscaba potenciar que las comunidades escolares del país dispusieran de horas de libre disposición para la formación integral. Se trataba de abrir espacios para el desarrollo de proyectos y actividades educativas relevantes en cada contexto, sumando espacios para hacer visibles las diferentes dimensiones del ser humano en medio de un sistema centrado en el desarrollo académico individual.
Ya son pocas las escuelas y liceos que en sus proyectos educativos no proyecten la necesidad de otra “buena educación”, muchas veces relacionados con la formación integral, junto con la pertinencia y relevancia de las acciones educativas en función de los contextos sociales y territoriales. Han ido también en aumento los proyectos educativos que destacan el “cuidado y convivencia con el medio ambiente” como una orientación clave de su hacer.
Según la investigación educativa, principalmente en los espacios educativos más vulnerados y como resultado de la interacción con el modelo educacional, la política de JEC terminó por convertirse en un instrumento para el “éxito escolar” medido por el SIMCE y las pruebas de selección universitaria. Poco quedó para la educación integral y para los anhelos de otra “buena educación”. Hoy la contingencia escolar nos habla de la crisis de un modelo educativo que sistémicamente ha profundizado las tensiones en la convivencia social…
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