Fuente: opinion.cooperativa.cl
Es claro que nuestro modelo de desarrollo está construido sobre los pilares de una desconfianza basal en el rol que puede tener el Estado, el que es -a priori- fuente de ineficiencia, derroche, clientelismo y manipulación. Implica dotar de poder a los políticos y burócratas que imponen sus propios intereses en detrimento de los verdaderos intereses colectivos, que se revelan a través de las preferencias de los individuos.
Es sobre la base de estas ideas ancladas en la teoría de la elección racional que se pretende justificar la privatización no sólo de las empresas estatales sino también las funciones sociales del Estado. Más aun, un modelo de sociedad privatizado en donde cada uno tiene que resolver sus propios problemas, incluso cuando éstos remiten a una dimensión claramente colectiva. Por otra parte sin embargo, los planteamientos en cuanto los mercados funcionarían de manera perfecta, que los ciudadanos son tan inteligentes e informados como los economistas, que la información fluye libremente, como también las ideas en cuanto a los efectos exclusivamente negativos de la participación del Estado en la economía, han sido desafiados con éxito por sobresalientes académicos sociales.
El propio Hayek, padre del neoliberalismo, entendía que el mercado nunca es enteramente independiente de la política y del Estado. La oposición sector privado/Estado es falsa, el mercado no funciona independientemente de normas jurídicas, y el Estado siempre interviene, sea para crear un mercado, regularlo o suprimirlo. La dupla público-privado esta sobrentendida en el funcionamiento de cualquier tipo de sistema capitalista.
Y sobre ello, la justificación de un proceso de achicamiento del Estado que, como dice el profesor Oszlak, ha generado que espacios importantes de la sociedad hayan quedado sin Estado, autorregulados por el libre juego de la oferta y la demanda. Un Estado con menos atribuciones, menos recursos, menos funcionarios y funcionarias.
De hecho, el tipo de modernización del Estado que ha vivido el país en los últimos 30 años ha estado marcado por la llamada Nueva Gestión Pública, la que estableció una “jibarización” del Estado, avanzando hacia una externalización de servicios públicos que son provistos por entes privados (soluciones privadas a problemas públicos), generando cuasi mercados para la provisión de bienes públicos en salud, educación, pensiones, entre otras materias, con además una débil regulación de servicios públicos que son provistos por entes privados en función de concesiones otorgadas por el Estado.
El elogio de lo privado desconoce que una sociedad “privatizada” es una sociedad que se despliega en un estado de carencia; como sostiene Hannah Arendt, toda sociedad, y más aún aquella que quiere construirse sobre los pilares de la justicia y la equidad, requiere, necesariamente, el “resplandor de lo público”…
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