Fuente: El Mostrador
Recientemente, asistí a una charla sobre educación digital y las cifras presentadas me alarmaron. En Chile, los estudiantes de 4° básico pasan, en promedio, 4,5 horas diarias frente a pantallas. Esta exposición constante ha desencadenado una creciente adicción a videojuegos y redes sociales entre nuestros jóvenes. Aunque estaba al tanto de esta problemática, entender su magnitud desde una perspectiva más amplia fue revelador. Esto trasciende el ámbito familiar y se convierte en un asunto de salud pública, educación y del futuro desarrollo de nuestra nación.
Mi generación no tuvo la omnipresencia de esta tecnología durante la juventud. Si hubiera contado con un smartphone o consola en aquel entonces, tal vez me encontraría en la misma situación que muchos jóvenes de hoy. Sin embargo, las circunstancias de la época eran distintas. He explorado plataformas como TikTok y, aunque reconozco su potencial adictivo, como adulto tengo la capacidad de regular mi uso, algo que los jóvenes aún están desarrollando.
Soledad Garcés, representante de la Fundación para la Convivencia Digital, enfatizó en su charla que el desafío no radica en la tecnología per se, sino en nuestra interacción con ella. Estamos condicionados por un sistema de recompensas basado en “likes”, lo que afecta nuestra percepción de la realidad. Nos enfrentamos a una pregunta crucial: ¿por qué permitimos que nuestros jóvenes se sumerjan tanto en estos estímulos digitales? Es probable que en el ámbito digital encuentren un espacio de expresión y protagonismo, algo que la sociedad actual no siempre les proporciona…
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