Hace algunos días atrás pregunté a una persona como estaba su situación laboral, él me respondió sin titubeos: el que nada sabe nada teme. Más extraño aún, yo estuve satisfecho con su respuesta, quedando también tranquilo sobre su situación laboral.
Digo extraño porque uno como economistas supone todo el tiempo que las personas y las empresas toman decisiones racionales. No enfrentar una situación adversa, es una actitud exactamente opuesta a la racionalidad propuesta por la teoría económica. En especial, porque no se toman las medidas correctas para enfrentar situaciones problemáticas. Pero comprendamos que – en las actuales condiciones – la racionalidad directa y pura a nivel individual puede resultar más dura que lo soportable, sobre todo si se trata de quedar desempleado.
Esta actitud -si bien es comprensible a nivel individual- no lo es para el gobierno y sus instituciones. El gobierno no puede generar expectativas erradas. Me explico, los intentos de reapertura de la economía a nivel mundial se han encontrado una y otra vez con el rebrote del virus: China, Japón, Alemania; etc. Solo Nueva Zelanda mantiene su posición invicta, relacionada con estrictas medidas sanitarias, sumado al hecho de ser un archipiélago infranqueable…
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