Fuente: La Segunda
Nada más macabro que tener una muerte a plazo cierto. Pero organizar tu propia muerte es algo más que un testimonio: es una reflexión sobre la discontinuidad y lo que permanece. Esta semana la Comisión Experta constitucional ha dado un paso trascendente en la preparación del término de la Constitución vigente.
En el pasado hubo ideas organicistas que entendían que lo institucional se parecía a la naturaleza. Aristóteles nos habla de los hombres como “animales políticos” o que el “gobierno” era el “corazón” del sistema. Hobbes, a su vez, lo representó como cuerpo en El Leviatán.
Hoy nos alejamos de estas nociones, pero igualmente una Constitución puede morir. Lo hace de un modo figurado, aunque real. Algunas, mediante mecanismos de revisión o reforma total, estructuran su sustitución integral. Pero la Constitución antigua muere con los ojos abiertos, plena de vitalidad y mandando hasta el último día en espera de la decisión del pueblo. día en espera de la decisión del pueblo.
El anteproyecto constitucional en vías de aprobación encamina ese fin, pero no lo asegura. Para muchos será central ver qué permanece para calibrar el margen de su decisión. Hay cuestiones ya definidas: régimen presidencial; Estado unitario; una organización territorial similar a la que conocemos y una estructuración formal del poder con todos los organismos constitucionales de hoy (Corte Constitucional por TC), más un conjunto de pequeños órganos (cuatro judiciales, tres organismos parlamentarios, entre otros)…
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