Glenda Satne, Doctora en Filosofía y académica del Departamento de Filosofía UAH.
Por Glenda Satne
Encuentro que las mujeres son un componente esencial de la sociedad, lo han sido siempre. Estos roles claves incluyen ser quienes organizan de manera protagónica el cuidado de los hijo/as en las familias, o el atender los asuntos domésticos, e incluso trabajos que usualmente se destinan a las mujeres, pero que tienen poca visibilidad y no son considerados muy “importantes” o de “privilegio”, como trabajos secretariales u organizativos, entre tantos otros. De modo que la primera cuestión a destacar sobre la participación femenina en la sociedad es que estos roles son claves para el sostenimiento de la sociedad en su conjunto, y de las pequeñas sociedades como las familias, que son muy importantes desde el punto de vista de la producción de capital; pero son también muy poco visibles e incluso invisibilizados completamente, por las sociedades modernas en las que vivimos. En ellas, los primeros dos roles no son en general concebidos ni tratados como “trabajo”, pero son modos en el cual las mujeres -porque son en su mayoría mujeres-, hacen un aporte capital e imprescindible a la economía familiar y colectiva.
Esta posición de invisibilidad u opresión de la mujer es algo que la posiciona de un modo único para ser a través de su acción y la reivindicación de sus derechos, un factor de cambio tanto social como político, dando lugar a su asociación con otros sectores oprimidos o invisibilizados en nuestras sociedades actuales. Y creo que es esto lo que movimientos como #niunamenos ponen en evidencia y buscan potenciar, a través de acciones concretas que realizan como el llamamiento colectivo y mundial al paro en el día de la mujer, el 8 de marzo.
Creo que en Chile, como en muchos otros lugares, hay muchísimo para hacer para lograr igual de derechos para las mujeres y otros actores sociales oprimidos o invisibilizados. Y creo también que muchos movimientos globales están avanzado en esta dirección en distintos sectores de la sociedad, como el movimiento #metoo o el ya mencionado #niunamenos. Son movimientos sociales, culturales y políticos que visibilizan las varias capas y fenómenos que están asociados con la discriminación y violencia de distintos tipos que se ejerce hacia las mujeres.
En la historia de la filosofía, hay filósofas formidables que han sido sistemáticamente invisibilizadas o, al menos, relegadas a un lugar secundario respecto de los hombres. En este sentido, ser filósofa implica trabajar en espacios que en la mayoría de los países del mundo cuentan con una escasa representación femenina. De modo que en este caso, como en otros, hay una tarea por hacer que consiste nuevamente en revindicar espacios, visibilidad y derechos.
La filosofía además, como otros campos disciplinares, como la psicología, la neurociencia, la historia y la antropología, ofrece herramientas específicas que permiten no sólo la construcción de conceptos para abordar los requeridos cambios -muchas filosofas feministas son ejemplos en este sentido-, sino también una práctica transformativa en la transmisión de estos a través de la docencia y otras formas de divulgación científica. Hay mucho por hacer, pero hay un camino recorrido, y lo más importante es que es una tarea mancomunada, interdisciplinaria y que apunta a la diversidad como su origen, medio y meta.