Este 6 y 7 de noviembre todos los niños y niñas de 4to básico rendirán la prueba Simce. Aunque la política evaluativa del país ha sido controversial, sus efectos son especialmente complejos en los alumnos más pequeños.
En agosto de este año la diputada Cristina Girardi presentó una modificación legal para prohibir la aplicación del Simce a los cursos de 1ro a 4to básico de modo censal y la difusión pública de dichos resultados por establecimiento. Esta medida se sumaba a la eliminación del uso de notas con escala numérica (propuesto también por el diputado Jaime Quintana). No obstante, mientras la medida respecto a las notas generó una alta cobertura mediática, poca atención se le dio a la propuesta respecto al Simce.
Los estudios que hemos llevado a cabo evidencian que los alumnos del primer ciclo básico son los más vulnerables de absorber el estrés y ansiedad que genera este tipo de políticas evaluativas. En las escuelas es común observar discursos motivacionales hacia los niños respecto a la “importancia de la prueba”, ofertas de premios e incentivos, sutiles amenazas, como también -días antes de la prueba- estrategias anti-estrés, como llamados a la “tranquilidad” o a tener una “tarde de fútbol”. Todo ello es parte de un set de tecnologías psico-emocionales que involucran y responsabilizan a las niñas y niños de los resultados Simce. Los docentes entrevistados muchas veces se sienten tensionados en estos contextos. Su trabajo, prestigio y posible bono depende de la seriedad y compromiso con que los niños y niñas responden a la prueba. En varias ocasiones los mismos docentes reconocen que transmiten a los alumnos más pequeños la presión por lograr resultados positivos.
En la Educación Media, en cambio, los jóvenes tienden a ser menos manipulables y son más bien críticos de estas prácticas de presión e incluso en algunos casos son ellos los que amenazan a la dirección del colegio con no responder a la prueba sino les satisfacen sus demandas estudiantiles. El Simce se vuelve una herramienta de poder.
Por otra parte, en términos pedagógicos, en la etapa de la infancia, el juego y la aproximación lúdica al aprendizaje es particularmente crucial, mientras la utilización de pruebas estandarizadas ha intensificado una enseñanza instrumental y mecánica empobreciendo la calidad del trabajo pedagógico. Ello ha permeado no solamente los cursos evaluados por el Simce, sino que ha afectado, lamentablemente, desde el pre-kínder y kínder.
Toda evaluación transforma de algún modo la realidad, el problema en este caso es que el mismo acto evaluativo deteriora la realidad evaluada.
Aunque los efectos de las pruebas estandarizadas son complejos en los distintos niveles del sistema escolar, las consecuencias para los niños y niñas del kínder y primer ciclo básico es especialmente preocupante. El modelo de evaluación requiere una transformación global, no obstante, la medida propuesta para el primer ciclo básico sería un avance. Un avance para proteger el flanco más frágil del sistema escolar, las niñas y niños más pequeños.