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Columna de opinión de Fernanda Stang, investigadora delm Programa Interdisciplinario de Estudios Migratorios (PRIEM) de la UAH.
Quiero partir esta nota de opinión con un relato personal, pero sin pretensiones de autorreferencia. El propósito es mostrar que la reflexión que propongo se alimenta también de nuestra propia vivencia, aun teniendo claridad que mi situación es seguramente de las menos complejas, o más privilegiada, en el escenario que quiero describir (porque hablo desde un lugar de relativo poder, la academia, pero también por mi estatus migratorio, origen nacional, color de piel…entre otras cosas). Soy migrante, pronto serán 20 los años que pasaron desde que llegué a Chile. Tengo un visado de residencia definitiva en el país desde 2001. En pocas semanas vence mi cédula de identidad chilena, así que debo renovarla. Como extranjera, además de que esta renovación se realiza con mayor frecuencia, debo solicitar ante la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) un “certificado de vigencia de permanencia” antes de hacer el trámite en el Registro Civil. Como conozco la situación de colapso respecto de los trámites de extranjería, empecé a hacer las gestiones para obtener ese certificado hace ya unos dos meses. La única vía que tengo que tengo para conseguir una hora es Internet, a través del sitio web www.extranjeria.gob.cl espacio al que entro con regularidad desde entonces…
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