Ana María Risco, Doctora en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte de la U. de Chile y académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades UAH.
Por Carmen Sepúlveda
Para Ana María Risco, Doctora en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile y académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Alberto Hurtado, la imagen de La Moneda en llamas no es una sola imagen, sino un conjunto de fotografías, algunas de ellas de autor anónimo, tomadas desde distintos costados y ubicaciones, entre ellas algunas de altura que registran el momento más dramático del golpe de estado del 73 y que han sido reproducidas y replicadas en obras de arte, informativas y documentales por décadas.
Existen también imágenes en movimiento que dan cuenta de ese suceso, como las que fueron realizadas por Dagoberto Quijada, entonces camarógrafo de TVN, y las de Peter Heimlich, que grababa para Heynowsky y Scheumann, dos cineastas de la ex República Democrática Alemana quienes documentaban procesos políticos chilenos entre el 73 y el 74.
-¿Por qué hablamos de la imagen de La Moneda en llamas como si se tratara de una única imagen?-
-Probablemente porque el conjunto de imágenes técnicas que documentan los efectos del bombardeo han pasado a ser, en Chile y en el mundo, el símbolo más efectivo para aludir a ese suceso histórico y a sus aristas violentas y traumáticas. Las imágenes suelen mostrar al edificio que representa al poder político chileno desde la Plaza de la Constitución, seriamente dañado mientras el humo sale de él a borbotones. De este modo tienen la capacidad de mostrar la magnitud del atentado contra la institución política del país y de hablar de la conversión en ruina de un proyecto socialista que había tenido rasgos democráticos valorados internacionalmente.
-¿Qué trae a la memoria?-
-En sus diversas versiones ellas traen a la memoria el quiebre de ese proyecto, que significó también muchas catástrofes personales y familiares, las que quedan elípticamente aludidas por el daño al edificio. Un edificio que, por lo demás, albergó al poder político desde mediados del siglo XIX, es decir, que había tenido hasta ese momento la capacidad de albergar moradores de muy distinto signo sin llegar a perder su integridad. En este sentido, si se la pone en determinados contextos discursivos, una imagen de La Moneda en llamas puede llegar a significar una especie de fin de la historia, especialmente fin de una historia entendida como proyecto utópico.
-¿Y las llamas?-
-Es interesante cómo el humo que sale del edificio da su carácter a la imagen, probablemente porque funciona como un presagio gris de lo que vendrá, lo que se remarca en virtud del blanco y negro que impera en la técnica fotográfica y cinematográfica del momento. Por otra parte, desde el punto de vista de la historia de la imagen, la de La Moneda en llamas guarda una lejana, pero no desestimable relación con el viejo tópico de la “ciudad en llamas”, conformado por un conjunto de edificios que arden en fuego apocalíptico, un motivo que aparece en el plano de fondo en ciertas pinturas renacentistas y barrocas. Según el historiador Victor Stoichita, al vincularse a un objeto pictórico complejo como es el fuego, la “ciudad en llamas” alude a aquellos fenómenos que se escapan a la posibilidad de representación en pintura y en cierto sentido, a la representación en general.