“Emilio” disparó contra agentes torturadores de la dictadura, mató a tiros a Jaime Guzmán, participó del secuestro de Cristián Edwards, dirigió el rescate en helicóptero de la Cárcel de Alta Seguridad. “Emilio” es, entonces, una leyenda. El subversivo que estuvo en todas y en ningún lado. El sobreviviente de mil batallas acostumbrado a salirse con la suya.
La caída de Raúl Escobar Poblete -alias “Emilio”- agrega un nuevo capítulo a la inagotable historia de la violencia política de la transición a la democracia chilena. Un capítulo de excepción, aún inédito, que a la vez abre una secuela protagonizada por un personaje que se las arregló para estar en todas las acciones de relieve del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en los 90, sin caer jamás detenido.
En muy resumidas cuentas, sin entrar en la minucia subversiva, “Emilio” disparó contra agentes torturadores de la dictadura, mató a tiros a Jaime Guzmán, participó del secuestro de Cristián Edwards, dirigió el rescate en helicóptero de la Cárcel de Alta Seguridad y formó parte del comando que secuestró al publicista brasileño Washington Olivetto, en 2002.
“Emilio” es, entonces, una leyenda. El subversivo que estuvo en todas y en ningún lado. El sobreviviente de mil batallas acostumbrado a salirse con la suya. Tal era el empeño por atraparlo que un policía que tuvo la misión de seguirlo a comienzos de los 90 me contó que cada tanto soñaba con él. En cierto modo, le tenía respeto profesional y admiraba su habilidad para perderse cuando le pisaban los talones. Varias veces estuvieron cerca, pero nunca tanto como en 1992, cuando la brigada del subcomisario Jorge Barraza cercó a “Emilio” y al resto del comando que había secuestrado a Edwards. Estuvo tan a la mano, que llegaron a filmarlo por varios días en un camping de Colliguay. Pero “Emilio” y parte del comando desaparecieron de un día para otro, como por arte de magia. Un tanto por mérito de los subversivos; otro tanto por la negligencia de los policías, que desde entonces -y hasta esta semana- anduvieron siempre un paso atrás de él.
El que sí cayó detenido después de la grabación en Colliguay fue Ricardo Palma Salamanca, quien confesó que su cómplice en el asesinato de Jaime Guzmán había sido un tal “Emilio”. En pocos días la policía ya sabía cuál era la verdadera identidad del hombre al que sus compañeros, en confianza, llamaban “el Chico”. El mismo que en los 80 había cumplido condena en la Cárcel Pública por un hecho que pasó por delincuencia común. El sobrino de Elizabeth Escobar Mondaca, una de las 12 víctimas que en 1987 se cobró la CNI en la Operación Albania.
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